miércoles, 17 de octubre de 2012

El tonto del pueblo



Siempre me ha resultado curiosa la referencia popular al Tonto del Pueblo, así en singular, cuando supongo que el número de éstos es proporcional a los habitantes de una población. Que yo recuerde, a Campillo, con unos 5.000 vecinos le correspondieron nueve o diez tontos, algunos muy graciosos. Pero de ellos sí que era UNO el más emblemático y participativo en los acontecimientos populares. Entonces, posiblemente, a ese tipo de personajes alude el dicho generalizado.

El tonto de mi pueblo se llamaba Alonso, quién, sin ser mariquita, acudia a todas las misas, especialmente a la mayor del domingo por la mañana, ataviado con el velo preceptivo para las mujeres y, a falta de éste, con un pañuelo anudado bajo la barbilla al estilo femenino. También llevaba otro pañuelo para limpiarse la baba, pero resultaba insuficiente, pues ésta le fluía y fluía. Era un caudal continuo.

Es curioso que estos personajes siempre esten presentes en los ritos religiosos como misas, predicaciones y procesiones, o bien en los actos luctuosos tal que pésames, velatorios y entierros, mientras que por contra y en general, son poco amigos de los acontecimientos de regocijo.

Como yo me marché siendo un adolescente, para dar más contenido a este relato me veo obligado a tirar de carrete y situarme en tiempos no tan lejanos y así, sin salirme de mi pueblo, poder añadir otro de estos casos que viví en mis espaciadas visitas.

Me refiero ahora a Pepillo, a quien un familiar mío que trabajaba en los servicios jurídicos del Ayuntamiendo había nombrado POLICÍA del pueblo, cargo que tomaba con toda seriedad y celo. Mi familiar se reservó el puesto de "JEFE GORDO DE POLICIA". Conocedor yo de la situación, cuando me acercaba con el coche por las inmediaciones de la casa de Pepillo, donde éste solía estar, le pedía permiso para aparcar y siempre me respondía: "Tú puedes aparcar donde quieras", privilegio fruto de nuestro antiguo y mutuo conocimiento, pues incluso asistió ocasionalmente a la escuela conmigo, pero a distinta clase. Le daba las gracias muy efusivamente, pero seguía mi camino puesto que aquella no era zona de estacionamientos.

En una ocasión, "EL JEFE GORDO" me invitó a que lo acompañara ya que era lunes, justo el día que Pepillo le daba los partes de denuncias por las incidencias ocurridas en el pueblo durante el fin de semana. Lo localizamos, como era lo habitual, en las inmediaciones de su casa. Yo me retiré discretamente, a una distancia que pudiera oír pero no ver las denuncias, advertido como estaba de que se trataban de simples papeles garabateados, por lo que hubiera dejado al policía en evidencia por no saber escribir. Ese día solo se dieron dos casos punibles.

Como los papeles eran ilegibles, el Jefe siempre se veía obligado a preguntar de quién se trataba y qué falta había cometido. En el primer caso, Pepillo, después de aclararle quién era, añadió que el domingo lo "pilló" hablando en misa y le dijo: "¡Mañana te vas a enterar!", y decía esto acompañandose con la gesticulación correspodiente. "Ah, pues has hecho muy bien, hablar en misa es un pecao mu gordo y le voy a poner una buena multa". Al escuchar la segunda acusación el Jefe se hizo el sorprendido diciendo, que qué había hecho aquél con lo buena persona que era. Pepillo replicó: "Sí, pero lo escuché tirarse un peo mu fuerte en las Cuatrosquinas" (las Cuatro Esquinas es el centro tradicional del pueblo). El Jefe le respondió que estaba muy feo y asqueroso eso de peerse en la calle de forma sonora y mucho menos en el centro, que esas cosas se hacían en el cuarto de baño o en el corral de cada uno y que también le iba a meter un buen "paquete". Una vez terminados los formularios, el Jefe felicitó a Pepillo por su labor, quien quedó lleno de gozo, se despidieron respetuosamente y seguidamente nos marchamos.

Comprendo que quién haya leído lo escrito hasta ahora pueda interpretar que se trata de una burla hacia aquellos seres a quienes la Naturaleza "obsequió" con una minusvalía psíquica, pero puedo asegurar lo contrario. En las contadas ocasiones en que he mantenido esas relaciones, han sido alentadas por ellos, a quienes siempre he tratado con el máximo respeto. Me he reído sí, pero CON ellos ¡JAMÁS! DE ellos y en todo caso les he profesado un verdadero afecto. Es más, en alguna ocasión, escuchando su mundo de fantasías, me han hecho pensar: ¡Pero si este cabronazo es más feliz que yo!

 

 

 

10 comentarios:

  1. Y doy fe que sigues haciéndolo a toda persona con un poco de minusvalías psíquicas lo intentas hacer feliz con tan solo escucharles un poco. como el de la flota de camiones....... y también creo que muchos son mas felices.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Oh sí, cuanto hecho de menos a mi amigo que imaginaba tener una flota de caniones. Decía que 32 nada menos y que iba y venía de Sevilla a Barcelona durante la mañana. Lo peor es que si estabamos hablando esperando que un semáforo se pusiera en verde para peatones, las personas próximas nos miraban con disimulo y pensando. ¿Quién es el tonto? ¿Tal vez los dos?. Creo que tuvo un problema de salud y está ingresado en una residencia. Su familia siempre lo mantenía aseado y muy bién vestido. Buenisima persona. ¡Que pena!
      Se merece una entrada pa él solo, pero eso sería si llego a la actualidad.

      Eliminar
  2. .
    Parece común la inclinación de estas criaturas por el mundo policial. En mi antiguo barrio también había dos ejemplares que se lo pasaban la mar de bien poniendo multas ficticias y dirigiendo el tráfico. Pero es que además, su labor la realizaban con ejemplar seriedad. Hasta con contumacia.

    :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que me lo digan a mi, que cuando para ir a Cádiz había que cruzar Puero Real, en un cruce había una de esas criaturas con su gorra de plato dándome paso y menos mal que sospeché algo y me detuve, sino me arroya un camión.

      Eliminar
  3. Es verdad que no hay pueblo sin tonto. El mio se llamaba Miguel, y le sacaban al sol todas las mañanas, siempre estaba igual aquel tonto, fumando, diciendo palabrotas y diciendo a gritos la pasión que sentia por las mujeres, esas que iban a la compra, con su bata, arreglás y cómodas, con sus bolsas grandes y sus zapatillas para la calle. Al tonto no se le escapaba una. Al final y con el tiempo me doy cuenta que el tonto Miguel aprendió a fumar y a tener esa lengua larga y verde por sus maestros, fuesen estos familiares o amigos, igual podia haber aprendido frances, pero Quién le hubiese entendido?
    Me acuerdo ahora de la diferencia entre el tonto del pueblo y el mongolito, este ultimo tenia otra categoria. Lo mismo que tontas, habia muchas, iban a a la escuela, eso era integración, algunas hasta se casaron y son madres de familia.
    Me pasa lo que a tí, que con los tontos tontos hago enseguida migas.
    Tu sobri

    ResponderEliminar
  4. Bueno. yo los nombres los he inventado para evitar cualquier tipo de suceptivilidad, aunque mi intención es siempre el respeto pot todo ser humano. En general por la naturaleza, aunque a veces no le encuentre sentido.

    ResponderEliminar
  5. Coges un periodico,lees cualquier seccion, y voila: los tontos en el poder o de entrenador.
    Es es corolario de los centros para deficientes sin puertas.
    Los tontos de tu relato son los cuerdos del hambre mental
    Salud

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que en nuestro país sobran demasiados "listos", demasíados corruptos.

      Eliminar
  6. Pues en mi pueblo recuerdo dos personajes asI, que a los niños nos llamaban mucho la atención.
    Uno era el "peceta", su frase preferida era dame una
    "peceta pa vino". siempre estaba rodeado de "crios".

    Otra era "la pepa" esta era más joven, muy servicial y trabajadora, compartimos muchos y buenos ratos en los columpios.

    Pero si hay algo por lo que es recordada, es por su presencia en la puerta de la iglesia de "Alpajes" en todos los acontecimientos.
    No hay familia (de la época)que se precie ,y no tenga en sus fotografias su imagen.

    ResponderEliminar