martes, 10 de junio de 2014

La Alberca (Salamanca)


Como apéndice a las dos últimas entradas dedicadas a nuestra estancia en Las Hurdes, he creído de interés añadir este relato sobre La Alberca por haber sido ese pueblo la cabecera de la comarca extremeña hasta que, por la reorganización territorial de España de 1833, pasó a formar parte de la provincia de Salamanca. También, porque creo interesante destacar su peculiaridad. Además, todos los miembros del Grupo lo hemos visitado alguna vez, aunque por separado.

Situado en la Sierra de Francia, en el Parque Natural de Las Batuecas y próximo a la Sierra de Béjar, su entorno es de una gran belleza paisajística. A pocos kilómetros se puede subir, incluso en coche, a la Peña de Francia, a 1.723 metros de altitud. En la cima se puede visitar un monasterio dominico, el santuario de la Virgen del mismo nombre.  La panorámica es espectacular.

También es recomendable desplazarse al cercano Valle de Las Batuecas, por donde fluye el río de aguas transparentes que le da nombre. Cercano a su orilla se levanta otro monasterio, éste de carmelitas descalzos, de clausura.  Disponen de hospedaje concertado. Los alrededores son boscosos y agrestes. Húmedos y exuberantes en torno al río.

El pueblo en sí, cuenta con una regular y notable afluencia turística por el atractivo de su Plaza Mayor porticada y con balconadas floridas, el trazado irregular de sus calles, algunas, incluso, formando vericuetos, por la arquitectura popular de sus casas antiguas, construidas con piedras y entramados geométricos de madera. En el dintel de granito figura cincelado el año de fundación y alguna alegoría religiosa. Son frecuentes las fachadas que se van inclinando  hacia adelante a medida que toman altura, llegando a aproximarse el alero del tejado con el de la casa de frente, de esa forma, en los días luminosos se forman contrastes de luces y sombras.


Otra singularidad añadida es la tradición secular de la Moza de Ánimas. En realidad se trata de una mujer ya de cierta edad, que acompañada por alguna otra y portando unas esquila recorre determinadas calles del pueblo al anochecer, durante todos los días del año, haga frío, calor, llueva o nieve. Van ataviadas con ropas austeras, aunque creo que, en la actualidad, no tan enlutadas y fúnebres como muestra la foto. De vez en cuando hace un alto en el camino, da tres toques de campanilla y salmodia:

                       Fieles cristianos, acordémonos de las benditas almas del Purgatorio, con un Padrenuestro y un Avemaría, por el amor de Dios.
A continuación otros tres toques y nueva petición:

                   Otro Padrenuestro y otra Avemaría por los que están en pecado mortal, para que su Divina Majestad los saque de tan miserable estado.

Cuenta la leyenda que al atardecer de un inclemente día, una perezosa Moza de Ánimas pensó que nada pasaría con su ausencia, pero los vecinos contaron que escucharon el tintineo de la campanilla por las calles. ¡Por lo que parece, hizo el recorrido sola!

El ritual termina con la Moza de Ánimas subida a un murete bajo, escalonado, añadido a la fachada de la parroquia y repite la salmodia bajo dos hornacinas. Cada una contiene una… ¡calavera! Espeluznante visión.

Han pasado más de treinta años desde que visitamos por primera vez La Alberca. Vivíamos entonces en Bilbao, donde también residía un matrimonio amigo: Pili y Canor, naturales de La Fuente de San Esteban (Fuentes, según los nativos), pueblo también de la provincia de Salamanca, próximo a Ciudad Rodrigo.

Esos amigos tuvieron la amabilidad de invitarnos a pasar unos días con ellos en su pueblo, alojándonos en casa de sus padres. Nos desplazaron en su coche para mostrarnos gran parte de esa provincia. Subimos a la Peña de Francia, llegamos hasta Las Mestas, ya en Las Hurdes, pasando por el valle y puerto de Las Batuecas y ¡cómo no!, para nuestra sorpresa nos llevaron a La Alberca a la hora aproximada de salida de la Moza de Ánimas. 

Cuando vi aquellas mujeres enlutadas caminando, una de ellas tocando una esquila y salmodiando algo que me sonaba a fúnebre, me quedé atónito, como si de pronto hubiera viajado a la Edad Media por el túnel del tiempo. Pero cuando además, la salmodia tuvo lugar ante las calaveras yo, de natural asustadizo ante los imaginados fenómenos de ultratumba, me sentí realmente “acojonao”. Creo que de haber contraído un leve “resfriao” en tal ocasión, me hubiera quedado allí para la eternidad.

Muchos años después, ya en mi nueva situación de vida en Sevilla, llevé allí a mi mujer para sorprenderla con ese tenebroso ritual.

No recuerdo que pasó, el caso es que , alojados con suficiente tiempo de antelación en un hotel a las afueras del pueblo, llegamos tarde al recorrido, cuando ya la Moza venía de retorno. Aun así, mi mujer quedó impresionada por su presencia, por mi relato del rito y más ante la tétrica visión nocturna de las calaveras.
Como era el mes de febrero y hacía frío entramos en un acogedor bar-restaurante de la Plaza Mayor, para reponernos del momento angustioso vivido con alguna cerveza, algún vino y un excelente jamón de la tierra.

A continuación, viajaron allí en dos ocasiones mis cuñados Gloria y Eduardo acompañados de otros familiares, completándose así la visita a ese pueblo de todos los miembros del Grupo, como anunciaba en principio.


Otra curiosa costumbre con la que no he tenido la oportunidad de coincidir en mis varias visitas a ese pueblo, es con el recorrido por sus calles del Marrano de San Antón: Resulta que el 13 de junio de cada año, día de San Antonio de Padua, sueltan un cerdo ibérico después de bendecido y dotado de una campanilla en el cuello. El animal deambula libremente por las calles, los vecinos lo van alimentando y le dan cobijo cuando y donde proceda, hasta que el 17 de enero, día de San Antón es rifado y el dinero obtenido se emplea en obras benéficas. Incluso existe una estatua del dicho marrano.

He escuchado o leído alguna crítica adversa porque, en nuestros tiempos, se siga manteniendo como reclamo turístico, la tradición tenebrosa de la Moza de Ánimas. Mi opinión es que, si eso influye de forma positiva para la economía del pueblo, pues mejor que mejor. Es seguro que cuando se inició esa tradición allá en la lejana edad media, no pensaron en fines lucrativos y, además, la realidad nos demuestra que otras tradiciones de todo tipo, paganas o religiosas, siguen atrayendo al turismo en muchos lugares de todo el mundo.