jueves, 30 de enero de 2014

... Sierra de Gredos (2008)


Siguiendo el hilo de la entrada anterior, he de aclarar que nos alojamos en Piedralaves por confusión. El nombre del hotel coincidía con el de Hoyos del Espino, localidad que mi mujer y yo conocíamos de una ocasión anterior, mucho más próxima a la Plataforma de Gredos y antesala para subir a la montaña. Pero luego nos alegramos del error, porque el municipio donde paramos es de mayor población y con un servicio de restauración más variado. Además, la distancia no nos arredró, así que a la mañana siguiente, día 14 de julio, emprendimos la deseada expedición.


La Plataforma de Gredos es un amplio espacio de aparcamientos en la montaña, último lugar permitido para la llegada de automóviles cuando la ausencia de nieve lo hace posible. Entonces el movimiento de vehículos es constante, incluso la Guardia Civil hace acto de presencia de vez en cuando. También hay un quiosco con servicio de bebidas y algunos comestibles. En esas condiciones, nuestras mujeres optaron por esperarnos allí, mientras mi cuñado y yo emprendíamos la subida al Circo de Gredos y la Laguna Grande y a pesar de que el tiempo estimado para la ida y vuelta es de unas cinco horas.

Comenzamos la caminata por el sendero preparado al efecto. La dificultad de la subida es considerada como de nivel medio. Como hacía una temperatura bonancible, íbamos equipados con ropa y calzado normales. Eso sí, llevábamos cada uno un palo que nos habían prestado, de esos barnizados y con un aro de cuerda arriba, que nos daba más aspecto de peregrinos que de montañeros. Precisamente, nos cruzamos con un experto senderista cuando ya caminábamos algo fatigados e indecisos en proseguir o darnos la vuelta, quien nos animó continuar y nos aconsejó: “Hay que subir como un viejo, para bajar como un joven”, o sea, que dosificáramos las energías. Seguimos su acertado consejo.


Cuando alcanzamos nuestra meta y pudimos contemplar el Circo de Gredos, donde destaca el Pico Almanzor con casi 2.600 metros de altitud y en el fondo la llamada Laguna Grande, quedamos asombrados por la belleza del panorama que contemplábamos. En particular sentí una gran alegría por saber que posiblemente mis facultades físicas no me permitirían repetir aquella "hazaña". No bajamos a la laguna por no hacer esperar más a nuestras mujeres, aun así invertimos algo más de cuatro horas en la caminata. Pero mereció la pena.


Tanto a la ida como a la vuelta, desde la mitad del camino, fueron muy numerosos los grupos de Capra Hispánica que pudimos observar, incluso en nuestra proximidad. A veces permanecían tumbadas en las rocas mirándonos tranquilamente, pero se retiraban de forma esquiva en cuanto amagábamos el intento de acercarnos.


El día 15 de julio dimos por terminado aquel apasionante viaje e iniciamos el regreso a Sevilla, pero como de costumbre, sin prisa alguna y haciendo las paradas oportunas. No podía faltar el ritual en la piscina natural y playa fluvial de Pedro Chate, en el término de Jaraíz de la Vera (Cáceres), para la comida, el descanso y el baño refrescante de mi cuñado Eduardo.


En aquella ocasión, una vez más, también visitamos Trujillo. En esta pequeña ciudad (como ocurre en otros lugares de Extremadura), sobre todo en el entorno de su bella Plaza Mayor rodeada de palacetes y caserones de piedra y la monumental estatua ecuestre a Francisco Pizarro, parece como si el tiempo se hubiera detenido. Si las piedras hablaran, recordando aquel programa que hace años emitían por televisión, seguro que nos hablarían de nuestra lejana aventura americana.

A primeras horas de la noche regresamos a Sevilla y dimos por concluido el viaje, pero como suele ocurrir en esos casos, tuvimos tema para amenas tertulias durante una temporada y proyectos para la ruta del año siguiente.


miércoles, 8 de enero de 2014

...Las Médulas... (2008)


En realidad el Monumento Natural de Las Médulas es una extensa y montañosa mina de oro a cielo abierto, explotada por los romanos desde tiempos de Octavio Augusto y abandonada siglos más tarde por falta de rentabilidad.

Los montes que forman el entorno se originaron por aluvión de tierra con arena y algunas partículas de oro. La extracción de tan preciado metal se realizaba con un singular sistema de ingeniería: Desde las cimas laterales de los mismos horadaban pozos y galerías. Mediante una larga y compleja red de canales -aun pueden verse algunos tramos-, embalsaban agua en la cima. Regulaban su corriente para inundar lo excavado y por la presión hidráulica iban deshaciendo la montaña y arrastraban los materiales hasta un lavadero donde seleccionaban la pequeña proporción aurífera. Por las pendientes del terreno, las aguas sobrantes afluían al río Sil.


El paisaje resultante de aquella explotación, es la visión de numerosos montes cercenados y de color rojizo que contrastan con el verdor de una densa vegetación, donde abundan los robles y, sobre todo, los castaños. El panorama es realmente asombroso. Yo creía encontrarme en un planeta imaginario. Realizamos algunas incursiones en coche por el entorno para tener una perspectiva en toda su amplitud.

Existen también varias rutas de senderismo, incluso con guía, pero nosotros elegimos la más corta y libre, de unas dos horas de duración, pero suficientes para llegar a las principales cuevas y galerías que aun pueden contemplarse. Es sorprendente que todavía podamos ver en algunas paredes, las huellas del trabajo con picos.


La anécdota en este caso, graciosa y canina, la protagonizó un perro de pequeño tamaño, berrendo, corretón y zalamero, que apareció por allí y se adelantaba a todo el grupo de personas que habíamos coincidido de forma casual, recorriendo con soltura todo aquel entramado de oquedades. Incluso, en una ocasión, apareció asomado a cierta altura por uno de los túneles. Quedamos sorprendidos y mi cuñado y yo buscamos el acceso hasta conseguir llegar a aquel punto a través del interior e una cueva. Cuando terminamos la ruta, el animal se quedó parado, nos saludó meneando el rabo y se marchó. Nos preguntamos entre todos a quién pertenecía y no era ¡de nadie! de los presentes. Por lo visto era un "guía perruno voluntario". Supongo que se daría la vuelta para dirigir a un nuevo grupo. Entrañable animal. Qué pena que no figure en alguna de las numerosas fotos de aquella ocasión. Pero al menos, como recuerdo, le dedico este extenso párrafo y coloco encima la imagen del que parece uno de esos avispados, independientes y admirables "chuchos callejeros", que tanta ternura me despiertan desde niño.


Siguiendo la tradición, también viajamos por los alrededores. Destacaré nuestra visita a Villafranca del Bierzo, como municipio con un notable conjunto arquitectónico, enclavado en el camino de Santiago y que en su propaganda turística figura como "La pequeña Compostela".

En la mañana del día 13 de julio emprendimos el camino para llegar a la Sierra de Gredos y así completar la tercera y última etapa de aquel largo recorrido. Viajamos dejando a un lado la importante población de Ponferrada, capital de la comarca del Bierzo, para hacer una detenida parada en Astorga.


El Municipio de Astorga, situado también en el Camino de Santiago, conserva parte de sus murallas romanas, ya que fue fundado por la Legión X Gémina, a la que estuvo vinculado. Además cuenta con notables monumentos, entre otros, el Ayuntamiento, la Catedral o el Palacio Arzobispal, obra de Gaudí. Añadiré como curiosidad, que cercana a esos edificios, existía una amplia tienda de comestibles (no hace muchos años, conocidas como de ultramarinos), con un extenso surtido de productos: legumbres envasadas y a granel, quesos, embutidos... y los afamados chocolates y mantecadas de la localidad, todo a precios razonables. La disposición de las mercancías, el modo de atención personal, el ofrecimiento de pruebas y el atuendo con el clásico babi caqui de los propietarios o dependientes, nos hacían imaginar estar en un colmado o abacería del siglo XIX.

Durante el resto del trayecto hicimos dos paradas más pero de corta duración:


- Medina del Campo.- Más que nada un recorrido por la población y una visita al Castillo de la Mota, que no pudimos visitar porque a la hora que llegamos estaba cerrado al público.


-Toros de Guisando.- Estas cuatro esculturas de los vetones, pueblo de cultura celta, están situadas en un cercado de libre acceso frente al monte de Guisando del municipio de El Tiemblo (Ávila). Una de ellas tiene grabada una inscripción en latín del tiempo de los romanos.

Finalmente, al atardecer de aquel día alcanzamos nuestro destino: Piedralaves (Ávila), donde pensábamos pasar dos noches y subir al Circo de Gredos, meta que me había propuesto hacía unos años y que no fue posible por estar la montaña cubierta de nieve.

Bueno, pues hasta la próxima entrada, donde daré por concluida la narración de aquel inolvidable viaje.