Ese año elegimos las tierras sorianas como la
primera fase de nuestro anual recorrido veraniego. Fijamos nuestro “campamento
base” en el monumental municipio de El Burgo de Osma. Allí nos hospedamos
durante cuatro noches, siendo la primera la del 6 de julio. El hotel era
confortable y céntrico, pero nos llamó la atención su aspecto decorativo
interno. Hasta las puertas del ascensor estaban ornamentadas de tal manera que
semejaban retablos. Parecía como si invitaran a la oración.
Siguiendo mi costumbre, previamente al viaje
me documenté releyendo las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer ambientadas en
Soria y la biografía de Antonio Machado, publicada poco tiempo atrás por Ian
Gibson y titulada “Ligero de Equipaje”, ya que ambos poetas estuvieron ligados
a esa capital y su provincia. Esa información nos sirvió de ilustración y
entretenimiento, especialmente durante el largo tiempo de “reclusión” en el
coche.
Para no hacer demasiado extensa y tediosa la
escritura, me limitaré a destacar las visitas y desplazamientos que más nos
llamaron la atención.
SORIA.- Nos resultó muy atractivo el paseo por esa
ciudad, de escasa población, pero con un rico patrimonio artístico y un trazado
urbano de calles limpias y un cuidado y frondoso parque.
En uno de nuestros paseos urbanos entramos en
el cementerio para visitar la tumba de Leonor Izquierdo, esposa que fue de
Antonio Machado. En las proximidades está el tocón del olmo al que se supone
que el poeta dedica el poema A un olmo seco, cuyos emotivos versos
figuran en una placa de bronce.
Otro de los encantos de la ciudad es el río
Duero que la abraza en forma de arco, proporcionándole una exuberante
vegetación, paseos y monumentos. Dedicamos una tarde para su recorrido y
visitas.
San Juan de Duero.- Fue un antiguo monasterio de la Orden Militar de los
Hospitalarios de San Juan de Dios. Queda en pie la iglesia y una preciosa
arcada románica que formaba parte del claustro.
Entre San Polo y San Saturio.- Con este poema, Antonio Machado se refiere al paseo por la orilla de
río que él tanto frecuentaba y que discurre entre la iglesia de San Polo, que
formó parte de un monasterio templario, hasta la ermita de San Saturio, erigida
sobre la gruta donde se dice que vivió aquel santo anacoreta de la Baja Edad Media,
actual patrón de la ciudad.
Miramos a la otra orilla del río, hacia la
ciudad, para contemplar el Monte de las Ánimas, que da nombre a una de las
leyendas de Bécquer. También, en las cercanías de San Polo, el mismo poeta
inicia otra de esas historias: “El rayo de luna”.
-Parque Natural del Cañón del Río Lobos.- Además de observarlo desde el mirador de La Galiana, mi cuñado y yo
caminamos por el lecho del río hasta la Cueva Grande y la ermita de San
Bartolomé. Nos impresionaron sus enormes y abruptos paredones rocosos, en cuyas
cornisas se guarece y anida una numerosa colonia de buitres que sobrevuelan por
el entorno continuamente.
En las inmediaciones del cañón nace el río
Ucero, que fluye cristalino entre la densa vegetación.
-La Laguna Negra.- Cercana a los Picos de Urbión, donde nace el río Duero y a una altitud
que supera los 1.700 metros, se localiza esta laguna rodeada de farallones, por
donde fluyen algunas pequeñas cascadas. El nombre es consecuencia del color
oscuro de sus aguas. El paisaje nos resultó espectacular.
Son varias las leyendas misteriosas sobre la
laguna, aunque prevalece la de que no tiene fondo, que recoge el poema en prosa
y en verso de Antonio Machado “La tierra de Alvargonzález”. En realidad, su
profundidad máxima es de unos 8 a 10 metros.
-Monumento Natural: La Fuentona de Muriel.- Es una profunda red de grutas subterráneas cubiertas de agua, ideal
para la práctica del espeleobuceo. Aflora a la superficie en el fondo de un
bello y agreste paraje, aunque de una forma modesta, pues no aparenta
más que un simple charco irregular de no más de 30 metros de diámetro, pero
cuando lo presenciamos al atardecer, el color del agua, era de un verde
esmeralda de sobrecogedora belleza. Parecía como si nos mostrara el peligro de
sus profundidades. Allí nace el río Abión, que discurre con transparentes aguas.
Después de otros desplazamientos por la zona,
citaré por ejemplo Calatañazor, Berlanga del Duero o las ruinas de Numancia (que
no pudimos recorrer por estar cerrado el recinto a la hora que llegamos),
emprendimos el camino de la segunda y última etapa del viaje en Horcajo de los
Montes (Ciudad Real), para visitar el Parque Nacional de Cabañeros. Llegamos
por la tarde del día 10 de julio.
-PARQUE NACIONAL DE CABAÑEROS.- De un proyectado polígono de tiro para el Ejército del Aire en 1983 pasó
a convertirse en Parque Nacional. Ese ha sido el afortunado destino de ese
territorio enclavado en los Montes de Toledo, entre la provincia del mismo
nombre y la de Ciudad Real.
Dedicamos una tarde a hacer el recorrido
acudiendo a un servicio de coches todoterreno que existe en Horcajo de los
Montes. Fue una experiencia emocionante, aunque para molestar lo menos posible
a las aves rapaces, el guía hacía una parada de vez en cuando para contemplar
las águilas imperiales o los buitres con teleobjetivos. Curiosamente, en un
árbol convivían un buitre negro y uno leonado, por lo visto un extraño comportamiento,
por cuanto los leonados habitan en roquedales y los negros en grandes árboles.
Los ciervos sí es posible verlos con
frecuencia, en ocasiones pastando en una amplia llanura a la que llaman La Raña.
Pues bien, el día 12 de julio emprendimos el
camino de retorno a Sevilla pero, como de costumbre, de forma pausada, sin
ninguna prisa, incluso nos paramos para visitar el pueblo de Almadén y su Museo
y Parque Minero, pero éste estaba cerrado por coincidir la fecha en domingo.
Bueno, pues así es como he podido contar aquel
viaje, que para nosotros resultó tan ilustrativo como apasionante.