sábado, 15 de septiembre de 2018

Ciudades Imperiales, 1.



      Para el tradicional viaje estival, mi mujer y yo (en adelante me referiré ocasionalmente como nosotros), optamos el presente año de 2018 por repetir un circuito en autobús organizado de nuevo por la empresa turística Travelplan.

      En esta ocasión nos decidimos por visitar las llamadas Ciudades Imperiales: Budapest, Viena y Praga; viaje que, por alguna razón, nos quedó frustrado tiempo atrás. El circuito también incluía Karlovy Vary, ciudad checa de balnearios.

      Quizás sea más clásico o habitual el recorrido a la inversa, pero nosotros decidimos iniciarlo por Budapest, simplemente porque la llegada estaba prevista de mañana y los otros vuelos arribaban avanzada la tarde.

      Además, aparte de aprovechar la jornada, esa opción nos permitía un contacto previo y oportuno con el grupo, evitando así los problemas sufridos el año anterior en Roma por la desconexión con el mismo, al llegar ya de madrugada al hotel, según expuse en la entrada de 7-1-18.

      Comienzo ya sin más el relato del viaje de la forma más resumida que me sea posible por no hacerlo tedioso, contando solo los casos más relevantes, con el añadido de algunas curiosidades o anécdotas. Aún así, fue tanto lo visto y escuchado, que precisaré de varias entradas para ultimarlo.

Domingo, 22 de julio.-

      En vuelo concertado por la empresa turística citada con la compañía aérea polaca “Enter Air”, a las 12:00 horas llegamos a Budapest procedentes del aeropuerto de Barajas, donde nos recogieron para los traslados a diferentes hoteles.
      Nos correspondió el Ibis Aero, donde nos esperaba nuestra guía responsable y acompañante durante todo el circuito: Leticia Mayor.

     Leticia resultó ser una admirable mujer, instruida y de trato afable. Nos facilitaba precisa información cultural durante los recorridos y la forma de desenvolvernos en Hungría o la República Checa con su diferente sistema monetario; florín o corona respectivamente.

     Siempre respondía con agrado a nuestras preguntas; siempre pendiente para evitar cualquier posible extravío. Además, en los tablones de los hoteles, dejaba nota escrita de la programación y modos de desplazarnos en transporte público por las ciudades.

      Dispusimos de la tarde libre con cena incluida a las 20:30 horas. Leticia negoció ese horario más cercano al acostumbrado español, ya que estaba prevista para una hora antes.


      Una vez aposentados, nosotros, como la mayoría de compañeros, nos desplazamos en largo recorrido de autobús público al centro, en este caso de la parte de Pest, donde se ubicaba el hotel, no solo por aprovechar la tarde y conocer esa zona de la ciudad, sino por alimentarnos, pues solo habíamos tomado un ligero desayuno.

     Regresamos al hotel con tiempo suficiente para cenar.

Lunes, 23 de julio.-

      Temprano desayuno en el hotel en régimen de autoservicio, pero ya estaba el comedor atestado de comensales y asistentes en pleno actividad.

      En mi caso no encontraba café descafeinado. Por lo visto allí no es habitual. Conseguí entenderme con un empleado, quien me trajo de la cocina una taza con un poco de líquido negro, supuesto descafeinado, que vertí en mi taza de leche.

      Terminados los preparativos, nos sentamos, mi mujer frente a mí. Me levanté un momento por olvido de azúcar y mi mujer hizo lo propio por mermelada. Cuando llegamos a nuestros sitios no encontramos nuestros desayunos. Supuse, o que me había confundido de lugar, o que mi mujer lo había mudado.
Yo, a mi mujer: “¿Asun, qué has hecho con las bandejas?”
Mi mujer: “¿Yo…? Nada, no las he movido de lugar, sé lo mismo que tú”.

¡Resultó que con aquel ajetreo y prisas, al verlas solas, los camareros las habían retirado intactas!

Vuelta a empezar con los preparativos del desayuno, pero ya no estaba por la labor de repetir la conversación con un empleado para conseguir otro descafeinado. Me limité a echar en la leche un sobre de lo que fuera para cambiar de color y asunto concluido. Eso sí, ya con la precaución de tener las bandejas bien asidas.

      A las 7:45 nos recogió el autobús para iniciar el recorrido, ya acompañados también por guía local como es preceptivo en cada ciudad o monumento. En este caso, una mujer cuyo nombre no recuerdo, pero sí que, aunque nativa, nos hablaba en un fluido y ameno español.


      Primero nos dirigimos a la otra orilla del río, a la parte más antigua de la ciudad, la llamada Buda, que en su mayor parte está edificada en una colina.

      Empezamos por el barrio monumental del Castillo. Visitamos la representativa iglesia de San Matías, conocida por otros nombres, entre ellos el de la Coronación, pues allí fueron coronados Francisco José y Sissí. Muy cerca, se encontraba una gran estatua ecuestre en bronce de San Esteban.

      Desde arriba se pueden contemplar unas maravillosas vistas de la ciudad, con el magnífico edificio del Parlamento Nacional en la orilla del Danubio, situado en la parte de Pest.


      Junto a la colina de Buda se encuentra la de Guéllert, donde se levanta la estatua que llaman de la Libertad.

      Hacía calor, aunque esa mañana se había suavizado por la lluvia, intensa en ocasiones.


      Pasamos de nuevo a la parte de Pest para recorrer sus lugares más emblemáticos, como la  Plaza de los Héroes, aunque no tuvimos oportunidad de detenernos y contemplar sus monumentales estatuas en bronce erigidas en 1896, con motivo del milenario de la llegada de los fundadores de la nación: 7 tribus magiares, como ellos se llaman a sí mismos, procedentes de los Urales.

      En Budapest son muy numerosos los balnearios, baños y fuentes termales en algunas calles.

      A continuación, pasamos a un barco atracado en la orilla de Pest, donde nos recibieron con una copa de cava o refresco. Brindamos en húngaro. Recuerdo que se decía algo así con Eguisigatra.

      Después nos trasladaron a otro barco que estaba a su lado y dimos un romántico y largo paseo por el Danubio. Pasamos muy cerca del Parlamento y bajo algunos puentes. El más famoso es conocido como de Las Cadenas, aunque también es muy popular otro blanco que llaman de Sissí, emperatriz muy vinculada a la ciudad.

      Retornamos al barco de origen donde estaba preparado el almuerzo. Una vez terminada la comida, concluía la visita programada.
      Nosotros optamos por apuntarnos a una de las excursiones opcionales y de pago aparte, según relato a continuación.



Parlamento.

      Esa fue la primera visita concertada. Impresionante y bello edificio, tanto en su exterior como por su decoración interior, incluso con paredes o artesonados recubiertos de pan de oro.

      Según la información de la guía, es el tercer parlamento del mundo en dimensiones, tras los de Bucarest y Buenos Aires.

      Quizás por tradición, en la Sala de la Cúpula, dos guardias con vistosos uniformes y solemnes giros custodian la corona y demás atributos regios de San Esteban I, pues en realidad se trata de réplicas. Los originales fueron trasladados al Museo Nacional.

      En otra estancia, la guía nos mostró un mapa de la Hungría anterior al final de la I Guerra Mundial. Alineada con el bando perdedor, dos tercios de su territorio quedaron anexionados a las naciones vecinas. Por ello, nos comentó que, cuando les preguntan con qué países limita Hungría, responden que con sí misma.



Basílica de San Esteban.

      Continuamos en autobús para visitar esta majestuosa basílica, considerada catedral, también situada en la parte de Pest. Es el templo religioso católico de mayores dimensiones de Hungría.

      Como simple curiosidad, añadiré que, en la cripta está enterrado Puskas, quien fuera  mítico jugador del Real Madrid.

Mercado Central.

      También en Pest se sitúa este importante mercado. Hasta allí nos llevó el autobús y se despidió la guía local. Fue entonces Leticia quien nos fijó un tiempo libre y nos informó sobre los productos tradicionales, como embutidos y patés. También encontramos vinos húngaros que desconocíamos. La planta de arriba estaba dedicada a artículos de regalo.

      Reunidos en el punto de encuentro, caminamos hasta el autobús para retornar al hotel. La cena no estaba incluida en la segunda noche de estancia en cada ciudad. Cenamos por nuestra cuenta en un pequeño y acogedor restaurante junto a la recepción del mismo, que disponía incluso de terraza y zona ajardinada. Terminaba así la visita turística a Budapest. Preciosa ciudad.

Continuará.