lunes, 17 de septiembre de 2012

El cuartel, 2



Aunque sea salirme de la línea de estos episodios dedicados a las vivencias infantiles, algo de sentimentales y nostálgicas en ocasiones y con las escasas pinceladas de humor que me permite mi corto ingenio, creo que, moralmente y como excepción, no debo silenciar la cruda realidad que para muchas personas significó aquella época.

El final de los años cuarenta y rebasada la mitad de los 50, periodo en que transcurrió mi niñez con recuerdos claros de Campillo antes de mi marcha definitiva, fue una etapa de carencias y penurias en general y hambruna en particular en algunas familias, a pesar de que los mayores llamaran años del hambre sólo  a los inmediatamente posteriores a la Guerra Civil y por lo que decían,  el más cruento fue 1941.

Por lo que conocí posteriormente, esa lamentable situación económica no era exclusiva del pueblo, sino de prácticamente toda la nación, aunque más acusada en  Extremadura y Andalucía, precisamente regiones con recursos agrícolas y ganaderos suficientes para haber evitado esos casos de hambre si hubiera existido una mayor solidaridad y una adecuada justicia social.

Ante ese dramático panorama, yo observaba con frecuencia en el patio delantero del cuartel, descubierto, y que lindaba con la calle por una reja de hierro sobre un murete y una puerta del mismo metal, a un grupo de hombres, casi siempre los mismos, para mí mayores, pero que en realidad algunos eran prácticamente adolescentes. Jornaleros, con frecuencia sin trabajo, pertenecientes a nombradas familias de pueblo. Hombres detenidos por cazar furtivamente o por ¿robar? en campos ajenos productos imprescindibles para su supervivencia. Me consta, por lo que se decía entonces y por lo que me he ido enterando después, que nunca cometieron actos vandálicos ni mucho menos, delitos de sangre.

Pero claro yo solo era un niño, además muy fantasioso, que cuchicheaba con otros y que no hacía mucho me habían llevado a ver la película "Alí Babá y los 40 ladrones". En consecuencia, para mí: ERAN LADRONES. Como contraste, cuando llegaba a casa escuchaba a mis padres, quienes conocían a ellos, a sus padres y hasta a los padres de sus padres. argumentando a su favor: Son gente del pueblo de toda la vida, gente honrada y trabajadora, pero si no tienen trabajo ni dinero: ¿Qué han de hacer? ¿Dejarse morir de hambre? Y eso que mi familia no nadaba precisamente en la abundancia, pero con los ingresos de la fragua y la ocasional ayuda de familiares mejor acomodados económicamente, pasamos aquellos tiempos.

Para esas y otras familias la solución vino a principios de los años 60 con la emigración, sobre todo a los paises europeos próximos que no exigían mano de obra cualificada, especialmente a Alemania. Muchos regresaron más tarde (¡la fuerza del amor al terruño, a pesar de las pasadas adversidades!), pero ya con la vida resuelta por los ahorros de su duro trabajo o con las pensiones derivadas del mismo.

Mi reconocimiento, aunque insignificante, a esas personas que les tocó sufrir la parte más dura de aquella dura época.

¿Y ya está?. Sí, ya se que quienes vivieron aquellos tiempos o los  conocen por referencias y sobre todo los que los sufrieron, dirán que empezaba éste relato anunciando que me saldría de mi línea habitual y que a final no me he "mojao"  que resulta blando y descafeinado hablar simplemente de "detenidos" cuando la realidad es que eran hombres perseguidos y en ocasiones apaleados, aunque no exclusivamente por la Guardia Civil, pues por entonces cualquiera que luciera un uniforme considerado de agente de la autoridad, parecia que tenía "patente de corso" y podía tomarse la justicia por su mano impunemente. Se temía hasta al pito del sereno que, por cierto, en mi pueblo no había ninguno.

Pero tampoco sería justo que, en éste caso, por el despiadado comportamiento de determinados miembros de la Guardia Civil, entrara yo en difamar al colectivo de la Benemérita, que en general ha dado sobradas muestras de abnegada entrega al servicio de la sociedad a lo largo de su ya dilatada historia.

7 comentarios:

  1. Mejor no hablar de los cabrones que eran los guardia civiles de esa época y que de esta algunos siguen siéndolo.

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    1. En cualquier colectivo, civil, militar o religioso, entonces y siempre, hubo y habrá,personas con pocos escrupulos, así es el ser humano, pero por las excepciones no es justo calificar mal al conjunto de la sociedad.

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    2. Se me olvidó añadir:O de un cuerpo determinado.

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  2. .
    Digamos que en esa época, más que nunca, eran el brazo ejecutor no ya de unas leyes injustas, sino los servidores de unos poderes fácticos muy locales, fundamentalmente la Iglesia y los grandes propietarios de tierras. Es sabido que el poder siempre reprime a través de intermediarios para no arrugarse el traje.

    Por supuesto, tienen cabida todas las excepciones.

    :-/

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  3. Cuidadin, cuidadin que se te puede aparecer por las noches el coronel Tejerín.Ojo al parche

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    1. ¡Joder que recuerdos! Yo entonces vivía en Bilbao.
      Pretendo contar anécdotas, excepcinalmente crudas como esta, pero sin ofender en general a instituciones y mucho menos a personas.

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