sábado, 25 de agosto de 2012

A Azuaga en burro



Una fugaz bonanza económica decidió a mi padre renovar parte del herramental de la fragua, principalmente sustituir los decimonónicos fuelles por un ventilador, para avivar el fuego con mayor rendimiento y menor esfuerzo. En general, ese material no lo lo había en Campillo. Para adquirirlo precisaba viajar a Azuaga, la poblaciòn más grande y mejor abastecida comercialmente de las proximidades, a poco más de ventinueve kilómetros o, como él decía, cinco leguas y media aproximadamente.

Mi pueblo no era precisamente una pequeña aldea, contaba por entonces con unos 5.000 habitantes, como ya comenté en el episodio de LA ESCUELA y por tanto disponía de varios taxis, alguno propiedad de mi familia materna. Pero sea por el coste, porque era verano y tenía menos trabajo o por lo que fuere, lo cierto es que mi padre determinó realizar el viaje en ¡burro! y que yo lo acompañara. ¡Síííí!, ver tanto campo libre y en pleno contacto con la naturaleza me ilusionó. Creo que era la primera vez que salía del pueblo. Pero había un problema, como artista, así llamaban los campesinos a lor artesanos, mi padre no poseía dicho animal. Problema que resolvió pidiendolo prestado a un amigo.

La del alba sería cuando salimos del pueblo camino de Azuaga. el burro, yo y mi padre. El burro equipado con su aparejo y unas aguaderas, utensilio de esparto con cuatro huecos, concebidos para portar cántaros de agua, de ahí su nombre, pero que se empleaban para acarrear otros muchas cosas, como era el caso.

Caminabamos alternandonos, unas veces montaba yo, otras mi padre, no recuerdo si los dos a la vez, pues yo pesaba muy poco, y otras los dos andando para aliviar al animal. Como a pesar de casi treinta kilómetros entre ambas poblaciones no existe ninguna otra, solo algunos cortijos no muy lejanos del camino, no pudieron aplicarnos ese antiguo y anónimo cuento del Viejo, el Niño y El Burro.

La carretera era polvorienta, pavimentada solo con almendrilla (piedra picada) apisonada con tierra, pero como los coches y pequeños camiones que circulaban eran muy ocasionales, prácticamente solo sufríamos el polvo que nosotros mismos levantabamos. Yo gozaba con el inmenso panorama, primero olivares y amplias dehesas y luego la extensa llanura de la campiña, con algunos olivares también. Campos secos y dorados por los fuertes calores del verano pero que, aunque parezca extraño, me resultaban tanto o más atractivos que los verdes de la primavera. También recreaban mi mente infantil los diversos animales que huían a nuestro paso o que observabamos en un entorno cercano.

Casi al final del trayecto coincidimos con un niño que también cabalgaba un burro y que nos amenizó cantando "Pena mora", el éxito de entonces de Juanito Valderrama. Ese niño cambió de ruta sin dejar de cantar una y otra vez la misma canción hasta que ésta se iba silenciando a medida que niño y burro desaparecían lentamente por el horizonte. Al cabo de cinco o seis horas llegamos a nuestro destino: ¡Azuaga!

El primer objetivo era buscar alojamiento para poder asearnos del polvo y el sudor del camino y luego pasar la noche. Ese alojamiento debía ser a la usanza quijotesca, o sea, una Posada, para que el Rucio dispusiera de una cuadra y merecida ración de agua, paja y cebada. Resuelto el hospedaje y aseados, salimos por el pueblo con el burro equipado y con sus aguaderas, para cargar lo que ibamos comprando en diferentes ferreterías. Yo me encapriché de una linterna de esas alimentadas con una pesada pila de petaca, pero que proyectaban menos luz que un candil. Era igual, hubiera disfrutado y presumido ante mis amigos en nuestro juegos nocturnos. Pero, más fuerte que mi continuo aperreo fue la negativa de mi padre. Me quedé sin linterna.

No recuerdo apenas como transcurrió el resto del dia, sí que antes de acostarnos coincidí con dos jóvenes muy simpáticos en el patio de la posada, quienes estuvieron un buen rato contándome cosas divertidas para mí y haciendome hablar para el disfrute de ellos. A la madrugada siguiente emprendimos el viaje de regreso, ya menos novedoso. Como además el burro venía cargado, solo yo, por mi liviano peso, me permitía montarlo cada vez que me sentía cansado de tanto caminar.

En una ocasión, ya no muy lejos del pueblo, se me ocurrió subir al pretil de un puente para montar con comodidad. Mi padre, que venía rezagado, dándose cuenta del peligro, pues si el animal hacía un movimiento brusco yo podía caer puente abajo, comenzó a gritarme alarmado. Monté cómodamente sí, pero cuando él me alcanzó me echó una merecida y fuerte reprimenda, aunque yo no lo entendiera así. Llegamos por fin a nuestro destino: Mi padre disgustado conmigo por el susto que le di, y yo cabizbajo y defraudado. Años después comprendí que, ¡once pesetas! que costaba la dichosa linterna, era mucho dinero entonces para satisfacer el pasajero capricho de un niño.


12 comentarios:

  1. Hubiese sido muy bien merecida, después de un viaje tan largo y caminando.
    Cosa que un niño de hoy en día (ejemplo el mio) no aguantaría ni el primer kilómetro.
    Los niños de hoy en día tendrían en verano que ir de campamento sin maquinitas, ni tele, ni móviles etc... para aprender ha disfrutar las compañías y la vida.

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  2. Supongo que merecida era la linterna, no la bronca.
    Vuestro niño, que es el nuestro, a nadar en la piscina o al arroyo persiguiendo saltamontes. Bueno, corriendo tal vez coja caracoles.

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  3. .
    Nota pedantona: Es curioso que el nombre de Azuaga provenga de 'azogue', ya que era el punto donde partían las tres rutas del mercurio que desde Almadén concluyeron primero en Sevilla y luego en Cádiz con destino a América.
    :-)

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    1. Según tengo entendido el nombre proviene de una tribu bereber del norte de Africa " Zuwaga"

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    2. Lo comentaré con quien tiene la opinión de la ruta del Azogue, a ver si lo aclaramos.
      Gracias.

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  4. ¡Joder! Tantos años conociendo Azuaga y ahora me entero que su nombre deriva de azogue
    Otra información pedantona: Hace años estuve en Azuaga con un compañero de trabajo vasco y el nombre le resultó familiar, pues el sufijo AGA significa en euskera algo así como: Lugar abundante en...

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  5. Qué agradable ha sido este viaje en el burro. Cómo para olvidarlo. A mi me ha traido recuerdos de una vez que mi padre me llevo en el camión de bomberos a Alcala de Henares a ver a mi abuela, y hasta me dejo un momento tocar la sirena. Ese día tenia un examen y no se lo dije(tampoco hubiese cambiado sus planes), tan importante era para mí que mi padre tuviese ese detalle, (hubo tan pocos que estan bien grabados). Repetí el curso, repetí la sexta clase, y me guardé los motivos, que no las lagrimas.
    El viaje lo recuerdo como tu el del burro, con todo detalle, los campos quemados por el sol, y sobre todo a la gente mirandonos y yo saludando desde arriba, a la derecha del padre.
    Tu sobri

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    1. Pues nada, me alegro que estos escritos te hagan evocar otros de parecido disfrute.

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  6. Vaya, desayuno con el viaje en burro y la desaparicion del primer hombre que piso el satelite...
    Puedo pensar que para un tierno infante de aquellos tiempos los sentidos estarian tan abiertos como si el mar de la tranquilidad fuera el siguiente olivar.
    Mas paradojas dominicales: llevo a mi sobrino al Aeropuerto. Ni en burro,ni en alpargatas de esparto.

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    1. Creo que yo caminaba con sandalias de piel, tal vez las únicas que tenía.

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  7. ¡Bueno el cuento aquél! como nos le contaba mi padre cada vez que la situación lo requeria, o sea cada vez que el tema estaba relacionado
    con "el que dirán".

    También he recordado una vez que mi padre me subió en el carro de un amigo,llevado por una mula cerca del "puente barcas",ellos cruzaron un momento al "gango"a tomar un vinito. Y esa mula,pasito a pasito hacia el rio ¡que miedo pasé! me dí por muerta.

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    1. Yo también aplico ese cuento cada vez que viene a cuento. Como el de la camisa del hombre feliz.

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