sábado, 1 de octubre de 2016

Desde Venecia a Estambul, 3.


Viernes día 3 de julio de 2015, 14:00 horas. Llegada a Santorini desde Corfú. 398 millas recorridas. 24 horas de navegación.

Es Santorini una isla griega de origen volcánico, perteneciente al archipiélago de las Cícladas.


Su puerto principal,  Athinios no reúne las condiciones necesarias para atracar los grandes buques, por lo que fue preciso fondear a cierta distancia y establecer un servicio regular de lanchas motoras para el traslado de pasajeros.

Como el dolor que venía sufriendo mi mujer en el pie derecho no cedió en ningún momento y además había que transbordar con cierta dificultad a las lanchas, optó por quedarse en el barco, en tanto yo me llegaba, al menos, para conocer  Fira, la población capital de la isla.


Fira se encuentra encaramada a considerable altura en el borde de una zona acantilada, justo detrás del puerto. La vista es impresionante. Para llegar a la cima existe una carretera escalonada o un funicular.

Por la carretera solo se puede subir a pie, lo que requiere tiempo y excelente preparación física, o bien un tradicional servicio de burro-taxis, que utilizaron numerosos pasajeros.

Como hubiera invertido demasiado tiempo en la caminata (además, quizás ni lo hubiera logrado) y tampoco me apetecía cabalgar yo solo en rucio cual Sancho Panza, opté por la ascensión más rápida y cómoda: el funicular.


Me encantó recorrer sus estrechas, empinadas y pintorescas calles, repletas de turistas, de tiendas y servicios de restauración. Visité lo que parecía un importante templo ortodoxo. Contemplé desde lo alto la espectacular panorámica y regresé al barco.

A las 20:00 horas zarpamos con rumbo a Atenas. Por babor pasamos muy próximos a un islote de negros pedruscos de lava. Había allí un solitario yate resguardado en una pequeña ensenada. Ese entorno tan apacible y solitario al atardecer nos transmitía un extraño sentimiento, como una mezcla de serenidad y angustia; sentimiento que no sé expresar con mayor precisión.

Continuamos navegando por el mar Egeo, con aguas en calma y de un azul intenso, coronadas por pequeñas olas rizadas de espuma blanca. Luego nos dijeron que esos colores representan las bandas y la cruz de la bandera griega; cruz que además simboliza el cristianismo ortodoxo.

Sábado 4 de julio. A las 7:00 horas, llegada al puerto del Pireo, desde Santorini. 127 millas recorridas. 11 horas de navegación.

A pesar de mi habitual interés por la Geografía, confieso que estaba confundido con El Pireo. No sé por qué, siempre supuse que se trataba poco más que del importante puerto que, desde la antigüedad, sirve de conexión por mar a la cercana Atenas y me encontré con una populosa ciudad de unos 185.000 habitantes.

La oferta de excursiones programadas era muy variada. En nuestra situación precisábamos elegir la opción más cómoda y sacrificar, tal vez, la más  interesante. En ese caso, elegimos: “Recorrido panorámico de Atenas en trenecito”.

Partimos en autobús acompañados por una amable guía griega, quien en un fluido español nos iba explicando todo el entorno, en especial cuando pasamos por el puerto naval de Zea, cuyo origen se remonta a los tiempos de Temístocles y las guerras contra los persas.


Hicimos parada en los aparcamientos de la Acrópolis, para pasear o permanecer un tiempo limitado por los alrededores del Partenón, que se divisaba en la cima pero muy cercano, hasta tal punto que me llegué hasta los Propileos: construcción de la misma época, que da acceso al mismo por la parte occidental.


Allí subimos al trenecito. Vehículo diseñado para recorrer la Plaka, como llaman al centro histórico, incluso serpentear por la calles estrechas. Al final, en cualquier caso, nuestra elección resultó un acierto.


Terminamos el trayecto en una zona de la Plaka cercana al Arco de Adriano. Dispusimos de un tiempo libre y allí volvió el autobús a recogernos, para regresar al barco. Pasamos por Glifada, el barrio suburbial más grande de Atenas. En todo momento la guía nos iba dando precisas explicaciones.

Disfrutamos de nuestra visita a Atenas y sentimos respeto y admiración, al contemplar los monumentos antiguos de esa ciudad, cuna de nuestra civilización.

A las 13:00 horas zarpamos con rumbo a Estambul, pero esa singladura queda ya para un próximo capítulo, con el que daré término al relato de este viaje. 

9 comentarios:

  1. Interesante como todas, así da gusto viajar en tus relatos.
    Lo difícil es dejar a tu pareja o ver algo que tienes oportunidad única!!!
    Pero claro, para eso es un viaje disfrutar todos, y la vista y estando de acuerdo genial!!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra, hija, que te resulten de interés estos relatos, pero más espero que tengáis oportunidad de vivir personalmente la experiencia.

      Eliminar
    2. .
      Creía que el servicio de burro-taxis era exclusivo de la Costa del Sol, de la localidad de Mijas en concreto, así que me alegra saber que el secular ingenio español sigue siendo exportable. Esperemos que el burro-taxi no resulte al final como con la fregona, el chupa-chups o el futbolín, inventos todos falsamente atribuidos a muestras más preclaras mentes.

      :-)

      Eliminar
    3. Como sabes, soy muy aficionado a datar personas y cosas, así que estuve tentado de preguntarle al burrero, que era un hombre ya maduro, por el origen del servicio, pero me resultó imposible, pues a lo que más llegué a decir en griego fue Buenos Días=Kalimera y eso porque acababa de aprenderlo en Corfú.
      De todas formas sí, estoy seguro que el servicio de la Costa del Sol no fue la primera ocurrencia mundial de "burro-taxi".
      En cuanto al Chupa-Chups, que me van a decir. Yo de niño degustaba "pirulines", que además decían de La Habana, lo que relaciona su origen con aquellos tiempos de cuando Cuba era colonia española. Ya era un caramelo ensartado en un palo, solo que cónico y no redondo, pero que más da.

      Eliminar
  2. Empezando por la coincidencia de la fecha de llegada a Santorini, con la del casamiento (como decis por ahí)de mis padres, logicamente con la diferencia de años.
    Una buena experiencia y con bastantes tomas de decisiones.
    Coincido en que yo tampoco huviese tomado la opción..burro, más bien me hubiese decantado por la de...a pié.
    Y digo yo: si Kalimera es = buenos dias..... Calimero?? (es broma).
    He disfrutado con tu entrada¡
    Besos
    Sharon

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En realidad, por aquí se escucha más la palabra boda que casamiento. Como castiza y antigua, que aparece en las letras de alguna sevillana, también "casorio".
      Desconocía el día que se casaron tus padres, sí el año, aunque aun no había "aterrizado" yo por Aranjuez la segunda vez. Que casualidad, la coincidencia con la fecha de nuestra llegada a Santorini.
      Por las razones indicadas en el relato, debía procurar un medio rápido para visitar la ciudad. Lo más propio en ese caso, era el funicular. Ante la caminata o el jumento, sin duda hubiera elegido la segunda opción. Me hubiera recordado la infancia.(Ya conté la aventura: "De Campillo a Azuaga en burro").
      Pues sí, siempre que pronunciaba la palabra Kalimera, me venía a la mente el gracioso pollito Calimero.
      Me alegro de que hayas disfrutado con el relato. Aun queda uno para dar fin a la narración del viaje.
      Besos.

      Eliminar
  3. Como podreis ver...ha habido un desliz de tecla.

    ResponderEliminar
  4. Hola!
    Querido tío, creo que te podrías ganar un buen sueldo como agente de viajes. Los detalles, las opiniones.
    Viaje con nosotros a mil y un lugar, eso es lo que pienso al leer tus crónicas, ya sean a pie, en barco o en burros.
    Esa capacidad de ver y disfrutar. No sé si será herencia pero sin duda me parezco a ti.
    Te escribo desde el porche de mi casa. El sol aparece entre los tejados , da luz pero no calor, cuatro grados en una mañana de otoño. Mi estación preferida. No me canso de este tiempo.
    Y a la vez quisiera estar en ese barco viendo las islas griegas que tan bien describes.
    Un beso fuerte, pero fuerte
    Tu sobri

    ResponderEliminar
  5. Disfruto solo con saber que mis relatos sirven de algo.
    Sí, sobrina, creo que esa capacidad e ilusión por viajar es sin duda hereditaria. Aunque no tuvieron posibilidades o éstas fueron muy escasas, siempre escuché al tío Quico, a mi padre, tu abuelo, a tu madre, a quien la fatalidad truncó sus sueños...
    También el otoño se ha convertido en una plácida estación en Sevilla, pero, como nos gusta, nada de frío, pues aun vestimos de manga corta. De día, entre 20 y 25 grados, incluso algo más. Simplemente ideal.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar