martes, 1 de julio de 2014

Babaté


Como anunciaba en una entrada anterior, he pensado oportuno “aparcar” el tema de relatos sobre nuestros viajes y “refrescar” el blog con nuevas historias, incluso retornando a vivencias infantiles, con las que tanto disfruto. Parece cierta esa aseveración popular de que siempre nos acompaña en el interior el niño que fuimos en su día.

Para posibles lectores o lectoras que desconozcan los vocablos típicos de Extremadura, al menos, que yo sepa, de mi pueblo natal  y los de la comarca, aclaro que se llama “babaté”, en vez de la designación más generalizada de babero, a esa prenda que cuelgan al cuello a los bebés o niños pequeños.

Contaba yo unos once años cuando, a pesar de mi afición por la lectura y aplicación a la escuela, después de superada mi rebelión inicial por mi brusca incorporación, como comentaba en el capítulo que dediqué a la misma, disponía de mucho tiempo libre, sobre todo en la temporada veraniega por la inactividad de la enseñanza. De esa forma, en compañía de mi incondicional y numerosa pandilla de amigos, disfrutaba casi todo el día y parte de la noche con continuos y variados juegos o correrías por los campos próximos.

En cambio, mi primo Juan, representaba el ejemplo contrario.  Con solo algo más de dos años que yo, ya llevaba tiempo pasando a diario muy diligente por la puerta de mi casa para incorporarse al trabajo a un taller cercano de reparación de automóviles y servicio de taxis, propiedad de su familia. Por aquel entonces, también Baldomero, un niño de mi misma edad, comenzó a acompañarle para el aprendizaje.

Aquel diario ajetreo laboral de los dos niños, motivó a mi benevolente madre a reprender mi conducta: “Mira, tu primo Juan el tiempo que lleva trabajando y ahora también Baldomerito está aprendiendo un oficio de provecho, en vez de estar todo el ¡santo día! “golfeando” por esas calles, esos campos y ese arroyo como haces tú” (a mi arroyo también le dediqué un episodio infantil). En verdad que no lo decía con severidad, pues a veces comentaba en familia: “dejad que disfrute de niño, ya la vida se encargará de darle su ración de sinsabores”.

Por ser con mucha diferencia el menor de los hermanos, era el mas consentido, como suele ocurrir en estos casos, pero no mimado. Las penurias de la época no daban lugar para mimos ni caprichos, al menos en mi caso. De todos modos, aquellas comparaciones nada interesaban a mi espíritu aventurero y mis ansias de libertad, así que creí oportuno complicar un poco la vida a “mi principal modelo a seguir”: mi primo Juan. Pero siempre sin maldad, pues nunca fui niño de malas intenciones.

Mira por dónde que mi tía María  (madre de mi primo y hermana de mi madre), de una tela azul le hizo un mono de trabajo, pero de esos de peto y tirantes. Comenzó entonces a pasar con aquel atuendo y, como siempre, muy puntual y aplicado. El peto a mí me semejó un “babaté” y a partir de entonces, cada mañana lo esperaba en la puerta de mi casa y le gritaba: “Babatéee, babatéee, babatéee”. Al principio la sorpresa le hacía ignorar aquel motejeo y seguía su camino de forma indiferente, pero terminó por perseguirme indignado; aunque antes que llegara hasta mí, yo me metía en casa y cerraba la puerta.

Como suele ocurrir, el mote y mi forma de proceder se divulgó rápidamente entre mis amigos y la situación se agravó extremadamente. Durante su recorrido, el primero en la “recepción” desde la puerta de su casa para refugiarse en ella en el momento oportuno, era mi amigo Frasquito, que iniciaba el: “Babatéee, babatéee, babatéee”. A continuación, Manolito. Le seguía Josefita, que vivía en una casa muy próxima a la mía. Mi primo en venganza le voceaba: “¡Legañosa! ¡legañosa!”, pero en realidad era una niña muy linda.

Finalmente yo remataba la faena y era a quien tenía mayor inquina, por ser el provocador de su cotidiano martirio. Todos seguíamos la misma táctica de huir al interior de la casa y cerrar la puerta. Lo teníamos “amargaíto”. Podría haber cambiado el itinerario, aunque significase un pequeño rodeo, pero supongo que le resultaría humillante actuar de ese modo ante unos niños y una niña menores que él.

Un día acompañaba yo a mi madre a casa de mi tía María y ésta me regaló una escopeta de mi primo. Era de madera, modelada primorosamente de forma artesanal y supongo que con algún sistema elástico para lanzar inofensivos proyectiles. A mí, claro está, me encandiló aquel juguete en comparación con los míos que, aunque variados, casi todos estaban hechos por mí mismo de forma rudimentaria.

Supe después que cuando mi primo se interesó por su escopeta y su madre le respondió: “Se la he dado al primo Lolo, que el pobre tiene pocos juguetes·, éste cogió un tremendo cabreo por regalarla precisamente a mí, a su mayor enemigo. Temía que, en adelante, yo le voceara desde mi puerta “Babatéee”, encañonándolo con su propia “arma”

No recuerdo si llegué a hacerlo, pero sí que una mañana estaba yo más alejado de lo debido de mi casa y aún así me atreví a proceder como de costumbre. Calculé mal la distancia, me cerró el paso y no logré entrar. Me vi obligado a salir corriendo hacia el arroyo próximo, confiando que no me alcanzaría por mi velocidad, acostumbrado como estaba a constantes correteos. Creí haberlo dejado atrás y me escondí en unas casas derruidas, pero aún con los tapiales en pie y los huecos de dos puertas contiguas. Para mi sorpresa, me había seguido hasta allí. Yo correteaba por el interior de una casa a otra, pero la altura de las tapias exteriores me impedían saltarlas y él me cerraba el paso de los huecos. Yo mismo me había metido en la ratonera. Me tenía acorralado, sin escapatoria posible. ¡Por fin me atrapó!

Esperando su perdón yo sonreía de forma inocente y le repetía que de una broma se trataba, pero no hubo piedad, no podía haberla, era mucho el rencor que acumulaba, así que me arreó unos cuantos bofetones y se marchó. Yo soporté el merecido castigo estoicamente y en silencio. Después siempre comentó, que le entró un sentimiento de pena, al verme tan indefenso.

Ignoro si aquel vapuleo fue lo que me sirvió de inmediato escarmiento, o mi propia madurez y reflexión me hizo cambiar de actitud en poco tiempo. Lo cierto es que por entonces, cesé en las “hostilidades”.

A partir de aquel momento, mi primo, que vivía de forma más acomodada que yo, me obsequiaba ocasionalmente con una moneda de dos reales, de aquellas con un agujero central (cincuenta céntimos de peseta). Incluso, a veces en la feria del pueblo, me subía la “paga” a una peseta. Entonces me permitía acceder a los sabrosos helados artesanos que con tanto gusto relamía y podía prescindir de las habituales golosinas que conseguíamos con las monedas de “perra gorda” y “perra chica” (diez y cinco céntimos) que, normalmente, manejábamos la mayoría de los niños de la época.

Mi primo quedó asentado en el pueblo. Por el contrario yo, con apenas catorce años, me vi obligado a sumarme al “éxodo” extremeño (que por cierto me fue muy bien). Pero a pesar de que nuestras vidas tomaron diferentes derroteros, siempre que ha sido posible, hemos seguido manteniendo el contacto y un mutuo sentimiento de hermandad.

Como coincidió que  quienes vivimos aquel motejeo infantil emigramos pronto, el apodo de Babaté no le quedó fijado de por vida, como suele ocurrir en los pueblos. Es por ello que, en la actualidad, siempre que tiene ocasión me lo llama a mi. Intenta revertírmelo, mas por añoranza de tiempos pasados que por venganza. Logra sembrar algunas dudas entre quienes no vivieron aquellos tiempos, pero la historia real es la que acabo de contar y él lo sabe.

P.D. La foto de cabecera es un recorte de la única que me ha podido conseguir María, hija de mi primo Juan. Si la imagen es pésima, es mucho su valor, porque es una auténtica representación de aquella lejana época. Precisamente mi primo es el niño, que no vestía el mono de peto en aquella ocasión, pero si Paco Sayabera, el joven que lo acompaña y que trabajó con la familia fielmente hasta el final.



32 comentarios:

  1. Gerardo Ureña Massa1 de julio de 2014, 21:55

    Personalmente Manuel te doy mi más cordial felicitación. No es que te lo parece a ti, es que son un tesoro que nunca mejor dicho guardamos en nuestras memorias con un especial cariño imposible de olvidar.
    Tú eres un poco más joven que yo, pero estoy seguro que también las pasaste "canutas". Fuimos legiones los que nos tuvimos que comer la gran tarta de la pobreza y la miseria. Te aseguro Manuel que a mi se me hizo larguísimo. De los ocho hijos que tuvo mi madre, yo soy el mayor, y te puedo asegurar que a pesar de lo putas que las pasamos, recibo los recuerdos de aquella época con un especial cariño. Fueron otras navidades, unas navidades donde se carecía de casi todo, pero teníamos lo más importante Manuel, el amor de nuestros padres y la siempre grata compañía de mis hermanos. Recordar a mi padre en la noche de reyes, eso no se puede olvidar. Mi padre fue un chiquillo en esas mágicas noches, el disfrutaba más que nosotros. Teníamos años muy duros, algunos un tanto suaves, pero nunca nos falto un juguete. ¿Cómo poder olvidar esto? Haces bien en contarlos Manuel, que se vallan enterando los perroflautas que van detrás de las pancartas lo que es pan de dolor. Lo que es la vida Manuel, hoy he tenido que desplazarme a Gaes para la revisión de los aparatos de la sordera, al regreso me encontré con un hombre que pedía limosna, le dejé mi pequeña aportación, desconocía tú correo en ese momento, pero lo primero que me vino a la mente fueron los años 1944 en Alicante, el que suscribe no tenia los ocho años de edad y junto con mi hermano José Luis en la salida de misa una señora mayor me dio una moneda pensando que estaba pidiendo limosna. Estas cosas a mi me dan mucho que pensar. Nosotros nacimos sin nevera, radio, televisión, nuestras madres hacían la colada en el rio o lavadero publico. Estos han nacido con todo esto más consola, botellón, algún que otro porrete y su gran parte de sexo fin de semana. Me parece muy bien que lo cuentes. El Timonel del Galatea.

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    1. Mi gratitud, Gerardo, por tan acertado comentario, Cierto, evocar la infancia nos llena de añoranza. Poco a casi nada teníamos, pero cualquier insignificancia nos hacía felices.
      Bien dices: "Fuimos legiones los que tuvimos que comer la gran tarta de la pobreza", época de penurias aún secuelas derivadas de la barbarie de la Guerra Civil.
      Pero también fuimos legiones a quienes nos inculcaron que la vida hay que encarárla con esfuerzo y ¡honradez! y a fe que conseguimos triunfar con esos principios.
      Son dos las entradas en que he tornado a la época infantil. Te aseguro, que la siguiente anécdota se ajusta aún mas a la frecuente realidad de entonces.
      Un abrazo.

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  2. Gerardo Ureña Massa3 de julio de 2014, 13:13

    Hola Manuel, como me gusta hablar con mis galateanos y cuan feliz soy cuando esto se produce. Para mi es algo tan grande que no soy capaz de explicar, pero soy feliz. Tú sabes que yo en algunos de mis escritos en el blog del Galatea he dicho en alguna ocasión que fuimos canela fina de nuestro tiempo. Bien, cuando yo digo esto no me refiero solamente a la Armada, que también. Me refiero precisamente a tu referencia cuando dices. "Pero también fuimos legiones a quienes nos inculcaron que la vida hay que encararla con esfuerzo y honradez, que tú dices muy bien. Poco fuimos a la escuela, pero tuvimos auténticos profesores, gentes con vocación y entrega. Fueron esos momentos en los que se solía decir. "Pasas más hambre que un maestro escuela". Fuimos y seguimos siendo un ejemplo, ejemplo que llevamos en muy alta estima.
    Estaré al tanto de la próxima entrega. Saludos cordiales.

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    1. La escuela, Gerardo, la escuela. Le dediqué un artículo hace tiempo.
      Los maestros: Sí ganaban poco y muchos disfrutaban enseñando, lo que hacía que los niños disfrutáramos aprendiendo. Pero, claro, no todo era así. Como pasaba en la Marina con algunos mandos, confundían la necesaria disciplina con la crueldad. En ambas etapas tuve suerte.
      Claro que, el periodo de enseñanza, en la mayoría de los casos (fue el mio), terminaba en torno a los trece años (muchos antes). Había que incorporarse al mundo laboral. Ahí nos forjamos y salimos adelante con el saber de la Universidad de la Vida. Al final triunfamos y España fue saliendo a flote.
      No descarto mas adelante dedicar alguna entrada mas a la Marina de Guerra, como decíamos entonces.
      Sabes que yo estuve en el Galatea, pero solo de pasada y cuando ya estaba atracado como pontón. Vosotros sufristeis la dureza de una disciplina férrea y un duro trabajo, pero al mismo tiempo, sois testigos de la aventura de cruzar los mares a vela, con vuestra fuerza y la del viento.
      Un abrazo.

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  3. Muy bien narrado Carrasco, me estaba situando el el Campillo veraniego y pegajoso de la Extremadura desconocida.
    Referente a tu primo Juanito, tengo que decir que solo lo habré visto en algunas ocasiones, pero en ese caso me parece un tío estupendo.Me gusta saber de donde venimos para poder contarlo.Nuestras raíces bien paternas o maternas nos identifican, nunca se renuncian a ellas por muy mal que se paso y tu nos lo demuestras, otros dan borrón y cuenta nueva.
    Saludos FAMYLI

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    1. Me alegra que te haya gustado este caso "verídico".
      Sobre las raíces te enterarás, espero que en breve,cuando le demos término a un árbol genealógico, con el que llevamos trabajando un año aproximadamente.
      Saludos FAMYLI

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  4. Bonita historia, parece sacada de la guerra de los botones.
    Aquí en el pueblo se discute aún sobre la verdadera identidad de babater.
    Lolo o Juan, esa es la cuestión.

    Un fuerte abrazo desde Campillo.

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    1. Pues no hay cuestión que valga, amigo anónimo, eso se queda para Hamlet.
      Mis argumentos son inequívocos, me explico:
      - Yo no usaba mono de ningún tipo.
      - Josefita, a quien menciono, es la hija de Miguel "el Artillero", aunque vive fuera pasa ahí unos días los veranos. Lo puede confirmar.
      ´Frasquito, /lamentablemente murió en un accidente laboral) era hijo de Frasco Caballero. Su familia en Madrid aún hablande Babaté.
      - Manolito, es Manolo, hijo de Manolo, que era el zapatero y el anterior cartero. También pasa ahí unos días en verano.
      -Por último, un testigo que me avala y que teneis ahí de continuo es mi amigo Baldomero Valenzuela.
      Con estos argumentos, solo con consultar a alguno de ellos, podéis disipar cualquier duda.
      P.D. También se me ocurre que podéis torturar a mi primo Juan Garcia, hasta hacerle "cantar" la verdad.
      Pues un abrazo a mis paisanos campillejos desde Sevilla.

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  5. Sin embargo en el bar de los Maldonados que me imagino que conocerás, no opinaban ayer lo mismo . Pregunta a tu primo Juan y al hermano de Chencho

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    1. Veamos señor Anónimo:
      Por supuesto, conozco el bar de los Maldonados, el de su padre, Santiaguito, de feliz recuerdo para mi y hasta a su tío Antoñito, "el de la Patria".
      Pero la tertulia que se forma al medio día el dicho bar-restaurante, no tienen ni idea de la historia.
      Te remito a mis valedores antes citados, sobre todo a mi amigo Baldomero Valenzuela, que vivió aquellos momentos.
      Desde luego, el hermano de Chencho, Santi, ni había nacido entonces.
      Un fraternal abrazo a todos, paisanos campillejos.

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  6. Ya conocía esta historia, contada por el protagonista Juan García y en esa tertulia del medio día en el bar Maldonado, de la cual soy partícipe siempre que puedo, me lo ratificó Baldomero. Posteriormente también lo hizo el autor de este relato.
    Mirando la fotografía, veo que está Paco "el cabezón", ( así le llamaban todos y él lo tenía asumido). Era sobrino de la Venturita del maestro Emilio, que vendía chucherías y primo de "los Cobrizos", estos, el padre y el hijo tienen anécdotas para escribir un poema.

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    1. Pues bien Isidro: Todo aclarado. Yo también me uno a esa tertulia del medio día en el bar los Maldonados, pero muy poco porque poco voy por el pueblo. Me son familiares y gratos todos sus partícipes, a quienes conozco desde mi lejana infancia.
      Cierto Paco "el Cabezón". Lo ideal hubiera sido una foto de mi primo Juan con el mono de peto, pero por lo visto no existe, así que vale la de Paco, personaje emblemático de Campillo. Lo conocía de niño. Estuvo una temporada de cartero, antes de entrar con los Garcia Rubio. Lo que no sabía es que era sobrino de la Venturita del maestro Emilio. Viví un año poco mas o menos con mi tía Teresa, que tenía una fonda en la calle de las "Cuatrosquinas", justo del "comercio" donde la Venturita vendía las chucherías.
      Lo que me resulta curioso es que nunca escuché nada sobre "Los Cobrizos"-
      Un abrazo.

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    2. Si quieres saber algo de estos curiosos personajes, " Los Cobrizos", sólo tienes que preguntar a tu primo Juanito García o a Candi, en mis archivos de anécdotas de Campillo, tengo páginas ; para mí memorables, en la que recojo las andanzas de este padre e hijo..
      Otro "ejemplar" pletórico de anecdotario es (del que yo tomo el heterónimo), Isidro Ventura Rafael Clemente de la Cruz Henado ( Venado para los amigos) Ortiz Fernández alias "El Liebro"; más conocido como Ventura "El Sordo".
      De Cobrizos y de Ventura hay para escribir una tesis doctoral. Son personajes de lo mejor juntamente con otros dos : " Moñito y Zapatones.
      Tú que tienes amistad con Candi, pregúntale por estos personajes y a ver dónde te remite.

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    3. Me ausento una semana de este, para mi, mágico mundo de comunicación. A la vuelta retomaré el asunto con sumo interés. Contactaremos de nuevo, si es preciso, por el correo electrónico habitual.

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    4. Tengo por Candi y tuve por sus padres y afecto familiar. Siguiendo tu consejo, hoy he contactado con él. después de la conversación digo:
      -"Los Cobrizos": Es curioso que viviendo en la época y en la zona del pueblo que yo correteaba a diario y conocía a mucha gente, no los recuerde.
      - Tampoco a "Moñito" y "Zapatones", pero estos vivían mas alejados de mi zona habitual.
      -Ventura "El Sordo": A este personaje popular si que lo conocí, aunque, como marché de adolescente del pueblo, no llegué a tener oportunidad de entablar conversación alguna con él.
      Bien está que tu tengas sus vidas en "cartera". Sería interesante que los inmortalizaras en alguna publicación.

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  7. Cierto es y, lo he leído en alguno de los comentarios, que las aventuras de la niñez, sobre manera en los pueblos, marcan para toda la vida.
    Julio
    Espero la próxima entrada

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    1. Una niñez en la que tu madre, mi Chari, tuvo una muy directa participación.
      La próxima entrada es una anécdota graciosa, con un fondo penoso.

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  8. Qué bonita historia. No conocía el significado de babaté (en realidad, es la primera vez que lo leo).

    Es interesante el origen de los apodos y motes. Una pena que ya esté desapareciendo esa costumbre. Creo que en el pueblo de mi madre, sólo los poseen quienes lo han heredado de hace años. Lástima que no cuajara el de babaté.

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    1. Hasta ahora no había consultado que nos dice la RAE y resulta, que para Babatel especifica: " cosa desaliñada que cuelga del cuello cerca de la barba". O sea, que mis paisanos no están muy descaminados. Claro que, como en Andalucía y Extrenadura nos "comemos" las consonantes finales de las palabras, queda en "Babaté".
      No cuajó el mote, como decía, por la temprana emigración de los niños y la niña que lo llamábamos. No dio lugar a que se propagase sin remedio. Ahora quedan algunos testimonios.
      Curiosamente, María, hija de mi primo, llama "Babatelina" a mi hija y viceversa. Como yo les comento que me suena a nombre de emperatriz romana, parece que les cae bien.
      Quien sabe, como derivación de esto, quizá mas adelante, aparezca por ahí algún "Babaté" o "Babatelina" y, como suele ocurrir, den versiones diferentes a la histórica.

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  9. Que malito fuieste con tu pobre primo, después de todo te dio pocos bofetones...para remate la escopetita... La palabreja que te inventaste de Babatéee tiene su mérito ehh. He disfrutado con la historia.. ve por la segunda ""tito Lolo ""

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    1. ¡Si es que me lo ponían de ejemplo...! Aparte del merecido vapuleo, siempre hubo y hay una relación de hermandad.
      Lee la respuesta al comentario anterior. Ahora me entero sobre la palabra Babatel.

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  10. Como he disfrutado con esta entrada!!! Pero se de una persona que hubiese disfrutado aún mas (si cabe) mi queridisimo padre, como le gustaban estas historias reales tan entrañables y sobre todo relacionadas con la niñez.
    Que sepas que tienes una nueva admiradora de tu blog, mi compañera Montse
    es enfermera y muy inteligente, la he hecho partícipe de esta entrada y le ha parecido muy interesante, ya que no tiene parientes que le cuenten este tipo de historias.
    Hay que hacer incapie en la paciencia de tu primo Juan, vaya calvario tuvo que pasar la criatura,y para mas inri de camino al trabajo.
    Uno de los comentarios me ha hecho recordar a la tita Teresa, esos viajes a Madrid con mi padre para visitarla y como charlaban durante horas ¡que bonitos recuerdos!
    Babaté, otra bonita palabra para anotar y con una tierna historia.
    Besos.
    Sharon

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    1. Cierto, cuando escribo estos verdaderos episodios infantiles, siento tristeza que tu padre, mi añorado hermano, no pueda leerlos. Si, cuanto hubiera gozado con "Mi Quico", "Mi Chari". "La Fragua", "Las Herraduras"... Afortunadamente, lo haces tu por él.
      Un abrazo a tu amiga Montse. Puedes remitirla a esas historias infantiles. Para el futuro me queda solo una en "cartera" y habrá que esperar que fluyan los recuerdos.
      Sobre la palabra, arriba, en otros comentarios, puedes ver lo que dice el DRAE, algo que yo desconocía.
      Besos.

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  11. Bueno, para que no quede ningún tipo de duda sobre quién era Babaté, tengo que decir que el relato "is based on a true story".
    Desde pequeña he tenido la suerte de poder escuchar y deleitarme con ésta y otros muchas historias rememoradas por mi padre, Juan García junto con su primo Manolo, de aquí en adelante " el primo Babaté". Así es siempre nombrado con muchísimo cariño en mi familia, al igual que sus hijos, Babatelina y Babatelino. Ahora las circunstancias hacen que nos veamos más de tarde en tarde, pero el sentimiento sigue siendo el mismo.
    Un abrazo muy muy fuerte a toda la familía

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    1. Of course, this is a true story, so Babaté is your father, you Babatelina and Babatelino your brother. Same thing, I love you all. Also your mother. Big hugs.
      Bueno, al español que es lo nuestro. En inglés solo me conceden un " raspao" aprobado, pero persisto año tras año.
      Sí, todos "desperdigaos", tu en Manacor, tu familia en Campillo y nosotros en Sevilla, pero en este caso, la distancia no es el olvido.
      Pero bueno... presume lo de Babatelina con tu habitual prestancia, que ya te dije que tiene connotación de emperatriz de la antigua Roma.
      Un fuerte abrazo.

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  12. .
    Recuerdo al "primo Juanito" cuando llegaba a casa a bordo de unos camiones que por su tamaño espantaban a mi madre que solía comentar, "yo no me explico cómo un tío tan chico conduce esos camiones tan grandes". Y el primo Juanito se reía y nos hacía unas carantoñas a nosotros, los niños de entonces.

    :-)

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  13. Pues ahí lo tienes, todavía a sus años y cuando es necesario, continúa conduciendo enormes vehículos, aunque ahora autobuses.
    Recuerda a todos, pero siempre menciona a tu padre, a quien apreció mucho por los bocadillos que le preparaba en la tienda, cuando estuvo estuvo haciendo la "mili" en aviación. Todavía viviamos en la calle Pavía. Tanto es así que, cuando tu padre falleció, vino desde Campillo para su última despedida.

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  14. por lo que se ve, no sale la respuesta que creí dar anteriormente. Mira por donde me quedaba una anécdota por contar. Aprovecho así para unir todo mi comentario.
    Pues ahí tienes aún al primo Juan, a sus años y continúa conduciendo vehículos enormes cuando es preciso, aunque ahora autobuses.
    Sentía un afecto especial por tu padre. Recordaba los bocadillos que le preparaba gratuitamente en la tienda, cuando estaba haciendo la "mili" en Sevilla, en aviación.
    Vino desde Campillo para darle su último adiós.
    Curiosamente, me llamó a mi por el móvil. Coincidió que era el momento del responso. Yo estaba en el primer banco, el destinado a los familiares y suena el "Himno de Riego". Me quedé totalmente azorado. No conocía aún aquel para mi entonces, novísimo medio de comunicación. Por no saber que hacer, intenté "esfumarme". Era mi primer aparato de esos. Afortunadamente, tu hermana lo cogió y lo desbloqueó para silenciarlo. Realmente pasé un momento angustioso.

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  15. Escribí anteriormente, pero no se ha publicado, pues bien, es decir que ya todo esta dicho, que poco te dio, ja ja y que doy fe de que la familia tiene un cariño especial a los babate, a los que adoro! que grandes personas.

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    1. Pues no, no apareció en los comentarios y para mi es muy importante la intervención de mi hija en estos episodios, de lo contrario quedarían "cojos".
      Los "Babaté" y las "Babatelinas"... Al final, esa antigua historia infantil, resultará entrañable para los descendientes. Pero recordad: Aquellos tiempos resultaron muy duros para la supervivencia de una gran mayoría de familias españolas.

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  16. Esto es increible, voy a mirar la entrada nueva y me encuentro que me habia saltado la de Babaté. Encontrar esta anecdota me ha causado la misma sensación que tengo cuando aburrida de mirar los lomos de los libros de las estanterias, de pronto descubro uno que no he leido, y del que desconozco casi todo. Digo lo del casi, porque en tu historia he visto un nombre muy familiar y no es la misma persona. Creo que es sobrino y se llama también Juan Garcia.
    Hace tiempo que no sé de él, y bien que lo siento. Parece que le estoy viendo en el pasillo de la residencia donde mi madre terminaba sus días. Juan Garcia sobrino de Gracia. Aquella mujer tan diferente, tan independiente, encantadora y especial.Y ese Juan Garcia...y su boda con Maria José en Segovia. Y su Gordini, aquel coche azul llegado de otro tiempo, arrancaba con manivela. Juan Garcia, amante de los coches, sin duda tenia que tener el olor de la grasa y la gasolina en la leche materna. Y me acuerdo de su hermano Pepé que murió en pocos meses, tan jóven...No quiero recordar más.
    Mañana comentaré lo del jabón y tu Jambre.
    Besos de La sobri

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    1. Vamos a Campillo dos días y después a Mérida para ver otra obra en su teatro romano. Ya estuve en otra ocasión. Magnifica experiencia.
      Sí, ese Juan García al que te refieres, es hijo del hermano mayor, Pepe, venerado por tu madre. Si lo vemos ahora en el pueblo le haré tus comentarios.
      Bueno, en esos días toca recordar la anécdota de Babaté.
      Besos.

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