Martes, 25 de julio de 2017.
Por la mañana llegamos a Florencia y caminamos desde donde nos
dejó el autobús hasta la catedral (Il Duomo) y el Baptisterio, justo
frente a la misma, monumentos de gran belleza externa, aunque, para dedicar el
tiempo a otras visitas consideradas de mayor interés, no se estimó oportuno conocer
su interior.
Desde allí nos acompañó el guía
local, cuyo nombre y persona recuerdo en este caso: Stefano (en la foto superior posa con Isabel). Junto a él hicimos
un extenso recorrido por el centro de la ciudad hasta llegar al Puente Viejo (Ponte Vecchio) sobre el río Arno.
Seguidamente paramos en la
plaza de la Señoría para contemplar una copia
de la estatua del David de Miguel Ángel,
situada donde estaba expuesta la original hasta 1873, año en
que fue trasladada donde permanece en la actualidad: la Galería de la Academia.
Por la masiva afluencia de
público a esa galería, se decidió visitar el Palacio Bargello, convertido y considerado
como el museo de arte renacentista más importante del mundo, con bastantes
obras del propio Miguel Ángel,
incluso su busto.
Seguidamente, paramos para
almorzar en un restaurante próximo a la Capilla de los Medici, lugar fijado
para reunirnos después de la comida, tras hora y media de tiempo libre.
Marchaba con mi mujer con idea
de hacer alguna compra, cuando nos encontramos con parte de un grupo con
quienes ya habíamos entablado una amistosa relación. En ese caso, Chema y
Lucía, de Madrid, el hijo de ésta, Emilio, joven de apenas 18 años, de carácter
atento y bondadoso y con Vicente, zaragozano.
Se encaminaban hacia la Galeria
Uffizi, que aunque se encontraba lejos del lugar de encuentro, pensaban que el
tiempo libre en esa ocasión era más que suficiente para la ida y el retorno,
así que consideramos más seguro y divertido unirnos y pasear con ellos. Ya
encontraríamos durante el trayecto una tienda para la compra prevista.
El joven Emilio comento: “lo
malo será volver”. No sospechaba que aquellas palabras resultaron proféticas. Arreció
la lluvia que de forma intermitente nos venía acompañando a lo largo del día.
Rachas de fuerte viento doblaban las varillas de los endebles paraguas
adquiridos para una ocasión pasajera. Los de Chema y Vicente quedaron totalmente
inservibles, por lo que tuvieron que seguir caminando bajo la lluvia sin
protección alguna.
Tan adversas condiciones
meteorológicas nos motivaron a optar por emprender el camino de regreso, e
influyeron para que terminásemos extraviados. Disponíamos de un mapa, pero
impreciso. Preguntamos en varias ocasiones y, aunque no resulta difícil
entender un italiano elemental y concreto, por lo visto no nos enterábamos bien
o no nos explicábamos con claridad, lo cierto es que no dábamos con el camino
correcto. Emilio consultaba la oportuna aplicación en su móvil y repetidas
veces nos decía: “¡Por aquíii!” Lo seguíamos crédulos e ilusionados… para
terminar decepcionados, pues repetidas veces topábamos con lugares ya
conocidos. Tal parecía que nos habíamos adentrado en un gigantesco laberinto urbano.
Lucía comentaba sentirse herida
en su amor propio por terminar perdida en Florencia, habiendo transitado sin
dificultad por ciudades más populosas y complicadas. Precisamente, por amor
propio tratábamos de evitar llamar a
Isabel, pero como la hora y media de tiempo libre expiraba y seguíamos
perdidos, mojados (algunos empapados) y agotados de tanto caminar, no tuvimos
otra alternativa que hacerlo.
Escasos minutos pasaron cuando teníamos
a Isabel con nosotros, pues para aumento
de nuestra frustración, nos encontró cerca del punto de reunión. Ella quedó sorprendida
al conocer que seis personas adultas, en pleno día, aunque fuera lluvioso y con
los actuales medios de orientación, se perdieran en Florencia; más sorprendidos
y contrariados estábamos nosotros. Eso sí, podíamos presumir de haber recorrido
las calles y el centro comercial de
la ciudad, con mayor detalle que el resto del grupo, aunque sin tiempo ni apetencias para recrearnos contemplando sus lujosos escaparates.
Aún hubimos de seguir caminando
hasta el autobús para regresar al hotel, previa una parada en un mirador presidido por otra réplica de
la estatua del David de Miguel Ángel, desde donde se divisaba una maravillosa vista de Florencia y el
curso del río Arno.
Miércoles,
26 de julio.
Según el programa, en ruta para Pisa, paramos para visitar Lucca,
otra preciosa ciudad medieval, abarcada por baluartes bien conservados y construidos con un trazado irregular
concebido para una estratégica defensa.
El autobús nos dejó en una zona
de extramuros, desde donde nos acompaño la guía local. Caminábamos para acceder
al centro urbano por una puerta de la muralla, cuando mi mujer, afectada con
rozaduras en los talones a consecuencia de la caminata del día anterior, se
cayó de forma inesperada en un suelo llano, a pesar de calzar unos zapatos
cómodos.
Como caminaba cogida a mi
brazo, me arrastró en la caída. Me levanté sin dificultad para ayudarla, aunque
ya todo el grupo había acudido solícito para socorrernos. Comprobamos que solo
sufrió una leve herida superficial en un codo, así que el cómico batacazo, pues
ella “aterrizó” hacía adelante y yo caí hacia atrás, solo quedó en una anécdota
más a añadir a los incidentes del viaje a que me refería al inicio de estos relatos.
Eso sí, en adelante extremamos los cuidados al caminar y tomamos ocasionales y
oportunas medidas por sus pies doloridos, que soportó con entereza, para
adaptarnos y no entorpecer el ritmo de marcha del colectivo.
Ya en la ciudad, el primer
monumento que contemplamos, aunque en ese caso solo por el exterior, fue la iglesia de San Miguel en Foro. Nos
sorprendió gratamente la belleza y originalidad de su fachada y las columnatas
laterales.
A continuación visitamos su
monumental catedral, llamada de San Martín. Allí sí que la guía nos
explicó con detalle todo su interior de extraordinario valor artístico.
Después seguimos paseando por
sus calles y plazas centrales para ver el exterior de numerosos monumentos más,
hasta llegar al autobús y continuar viaje.
A mediodía llegamos a Pisa. El autobús nos dejó en una
extensa zona de aparcamientos alejada del
centro urbano hasta donde caminamos. Al entrar por una puerta elegida de
la zona amurallada, quedamos asombrados ante la impresionante y repentina vista
de la llamada Plaza de los Milagros,
un conjunto principalmente formado por el Baptisterio, la Catedral y la Torre Inclinada
al fondo, edificios todos con el exterior de mármol blanco.
Aquella visión me hizo recordar
el soneto que dedicó Cervantes al túmulo erigido en Sevilla tras la muerte de
Felipe II:
“Vive Dios que me espanta esta
grandeza
y que diera un doblón por
describilla,
porque: ¿a quién no sorprende y
maravilla,
esta máquina insigne, esta
riqueza?...”
Seguidamente, fuimos directos
al restaurante concertado para el almuerzo. Para mi contento, aunque no me
libré de un primer plato de pasta, al menos, como excepción, nos sirvieron un
segundo de pescado: rodajas de chipirones enharinados y fritos que me resultaron
exquisitos.
Después de la comida, fuimos
guiados por un joven y simpático italiano, natural de la misma ciudad, que se
expresaba con un perfecto dominio del español coloquial, pues se había
licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca.
No recuerdo el nombre de tan agradable
guía, pero, para que perdure su
recuerdo, aparece en la foto superior,
explicándonos el interior del Baptisterio.
Antes de continuar con el
relato, no me resisto a incluir dos de los ocurrentes tópicos que nos contó, aun
a sabiendas de que solo se trata de divertidas anécdotas alejadas de la
realidad, pues él mismo las tomaba con humor.
Como es frecuente en general,
también en la Toscana existe rivalidad entre ciudades cercanas, muy enconada
entre Florencia y Pisa. En este caso se remonta al siglo XV, cuando la
República de Pisa fue anexionada por la de Florencia.
*Galileo Galilei nació en Pisa,
pero está enterrado en Florencia, así que nos dijo que allí nunca descansará en
paz rodeado de florentinos.
*Los habitantes de Lucca tienen
fama de tacaños en toda la región y aseguran que sus mujeres tienen tres tetas,
pues en la antigüedad atesoraban monedas introduciéndolas por el canal de los
pechos y en consecuencia les creció otra de oro.
Bueno, pues a continuación
contemplamos la famosa Torre, que pasa un poco desapercibida ante tanta
grandiosidad, aunque no tuvimos ocasión de subir. Nos explicó que la
inclinación fue debida a un fallo de construcción por su escasa cimentación,
por lo que el arquitecto quedó relegado al olvido. Recientemente han inyectado
un refuerzo en el subsuelo, consiguiendo enderezarla cincuenta centímetros.
Prevén que se mantenga así, al menos doscientos años.
Seguidamente recorrimos todo el
interior de la artística Catedral, que nos explicó con todo detalle. A la
salida nos mostró, a la izquierda de la plaza, lo que fue el antiguo hospital.
Como el índice de mortalidad
era muy alto, el cementerio de la época
estaba situado justo enfrente del hospital. Esa cercanía les facilitaba un
cómodo y breve traslado de los difuntos.
Siguió la visita por dentro del
Baptisterio, también repleto de obras de arte. Nos sorprendió que, como los
niños no debían entrar en los templos sin cristianar, para la simple función
del bautizo construyeran esos imponentes edificios independientes, frecuentes
en varias ciudades italianas.
Terminadas esas visitas, se
despidió el guía local y fue Isabel quien quedó al frente de quienes deseaban
seguirla a pasear por las calles céntricas, o bien, los que así lo preferían,
podían recorrer a su aire un extenso mercado al aire libre instalado a lo largo
de una zona extramuros en dirección a los autobuses.
Como mi mujer continuaba con
las dolorosas rozaduras en los talones, solo protegidas por simples tiritas,
propuse a Isabel que nosotros optábamos por retornar andando despacio hasta los
aparcamientos. Quedamos de acuerdo, pero nos pidió que esperásemos a los demás
a mitad de camino, donde encontraríamos una plazoleta con unos bancos y una pequeña
fuente en medio.
Caminar, caminar y caminar,
pero por allí no aparecía ni plazoleta, ni bancos ni fuente, así que creímos lo
más sensato seguir a la muchedumbre que se dirigía hacia la zona de
aparcamientos. Llegados allí, aun se complicó la situación, pues entre tantos
autobuses no encontrábamos el nuestro.
Esperando en el entorno,
llegaron un matrimonio de Mallorca y otro de Tarragona, amables compañeros de
viaje, a quienes les había ocurrido el mismo caso, o sea, que no fuimos los
únicos en no localizar el punto indicado. Luego supimos que la dicha plazoleta
quedaba oculta por el gentío.
Me resistía a telefonear de
nuevo a Isabel, pero no tuve otra
alternativa, pues pasaba el tiempo, llegaba la hora fijada para la partida, y
no divisábamos a nadie conocido. Le expliqué el lugar de nuestra espera, no
lejano al autobús y allí apareció con el resto del grupo. Seguidamente
emprendimos el largo recorrido de retorno para la cena y alojamiento en el
hotel.
Tras la cena, manteníamos una animada
tertulia con las personas citadas en la “aventura” de Florencia, a la que se
unían habitualmente nuestros compañeros de mesa: Rafael y Blanca, de
Valladolid, Carlos y Emilia, barceloneses y Emilio y Clemen, extremeños y el
joven Emilio. Los nombro porque queden en nuestro recuerdo aquellas personas
con quienes mantuvimos más estrecha y grata convivencia.
Continuará...
El 23 de enero, Lucía, una de las extraviadas en Florencia, hace un comentario elogioso en respuesta a mi correo e. informando de la entrada, al grupo que solíamos reunirnos.
ResponderEliminarMismo caso al comentario anterior, por parte de Emilio Y Clemen.
ResponderEliminarAmbos textos los conservo en un archivo: "Ruta italiana, 2. Correos e. "
Bueno, "leo" que no hay viaje con ustedes, sin una perdida o una caída, lo vuestro es de "blog". Ji, ji.
ResponderEliminarRespecto al viaje como siempre interesante e instructivo.
Nada hija, incidentes, incluso momentos de cabreo, pero el viaje en general resultó una gozada. Por algo Italia está en primera posición mundial en cuanto a patrimonios de la humanidad. Claro que le sigue China a poca distancia y también cerca, en tercera posición: España.
EliminarBesos.
Ohhh...Florencia! Hasta el nombre lo tiene bonito. Me encantan sus monumentos, son (como yo les describo) de encaje.
ResponderEliminarMuy bien explicado y con toda serie de detalles de los distintos lugares y descripción de las personas que de una forma u otra han formado parte de tus aventuras.
Sé con certeza que cuando me convierta en viajera, encontraré lugares donde recuerde....aqui perdió mi tio las maletas...o aquí cayo´mi tio junto a Asun. Es broma jajaja.
Besos
Sharon
Desde luego, hasta el nombre es bonito.
EliminarMe alegro de que te gusten las explicaciones, pera más me gustaría que te sirvieran de guía en un futuro próximo.
Cuanto me acuerdo de tu padre (mi hermano), cuando escribo sobre estos viajes. Cuanto hubiera gozado.
Besos.
Quizá es genético, o que nosotros contamos al detalle lo que otros resumen en Muy bien o muy mal cuando hablan de un viaje. Que rabia me da...hay gente que no tendría que salir del bar del barrio. Como te pasa a ti, me ocurren peripecias de todo tipo, igual me tiran un cubo de agua helada en Sevilla en pleno invierno, que me encuentro con uno de Campillo en una pizzería. Vamos ...eso son dos pequeños detalles...me pasan aventuras también sin salir de casa.
ResponderEliminarTu viaje tío es de esos que demuestran que la vida es muy corta para ver tantas maravillas. No queda más que como dicen en Alemania, Priorität setzen, dejar claras las prioridades.
Mira que describes bien tus viajes, los de las agencias tenían que tomarlo en cuenta y hacerte un descuento.
Con usted da gusto viajar!
Vamos a ver como sigue la estancia en Italia, me tranquiliza saber que llegasteis sanos y salvos a casa y felices por haber visto tantas maravillas.
Muchos besos de tu sobri
Tal vez sea una virtud eso de resumir los relatos. Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pues yo no la tengo. Por más que lo trato, no me resisto a contar con el detalle que me permite la memoria, procurando no excederme en demasía, cuanto nos acontece en los viajes y que estimo de interés. Supongo que para alguien lo tendrá, al menos para para mi lo tiene mientras viva.
EliminarCierto lo que dicen en Alemania. La vida es muy corta para ver tantas maravillas. Más ya a nuestra edad, con un horizonte cercano. Por eso, analizadas las prioridades hace unos años, dimos preferencia a VIAJAR. No nos arrepentimos y confiamos en tener la oportunidad de otra larga excursión este verano.
Mucho me alegra que te gusten mis relatos.
Desde luego, Italia es una maravilla, sobre todo en arte. Por algo es el primer país de mundo en patrimonios de la humanidad. Le sigue China, a pesar de su inmensidad. España ocupa un digno tercer lugar. Afortunadamente, tuvimos oportunidad de recorrerla en gran parte.
Abrazos.
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ResponderEliminarQué ciudades más bellas tiene Italia. Me ha impresionado la Iglesia de mármol blanco de San Miguel. Bravo por Asun que aguantó como una jabata, la caída y problemas de pies.��
ResponderEliminarQué ciudades más bellas tiene Italia. Me ha impresionado la Iglesia de San Miguel con su mármol blanco. Ir con vosotros de viajes tiene que ser muy divertido. Un abrazo viajero.
ResponderEliminarYa echaba en falta tu apreciado comentario.
EliminarAsí es, cuanta belleza encierra Italia, por algo es el primer país del mundo en patrimonios de la humanidad aunque, como ya respondí a mi sobrina Consuelo, España, no ha mucha distancia y tras China, ocupa un dignísimo tercer lugar.
En la próxima entrada, ya comentaré que tenemos el honor de que en un círculo con letras doradas, nada menos que en el piso de la basílica de San Pedro, figure la catedral de Sevilla como tercer templo de la cristiandad por su grandeza.
Pero es lo que tu dices, el mármol blanco, a veces combinado con otros tonos, es lo que da una belleza increíble a los templos italianos.
Asun se portó genial a pesar de sus rozaduras en los talones.
No se si será divertido viajar con nosotros, al menos, eso sí, procuramos pasarlo bien y armonizar con los compañeros.
Abrazos.