viernes, 29 de noviembre de 2013

De Los Arribes a La Vera. (2007)


Era el verano del año 2007 cuando acordamos El Grupo, en principio, viajar hasta el pueblo zamorano de Fermoselle, donde permanecimos desde el 4 al 7 de julio, para recorrer el Parque Natural de Los Arribes del Duero. Por ese territorio, de una longitud de más de 100 kilómetros fluye de norte a sur el río Duero, que hace de frontera entre el oeste de las provincias de Zamora y Salamanca con Portugal. Discurre encajonado entre farallones de granito, que en algunos puntos alcanzan los 200 metros de altura. La corriente está regulada por numerosos embalses y presas para la producción hidroeléctrica.


Aparte del interés turístico por lo pintoresco del paisaje o sus típicos pueblos, como un reclamo más, por el río navegan catamaranes a modo de mini-cruceros, que parten tanto de la orilla española como de la portuguesa y que permiten a los visitantes contemplar su abrupto cañón, de una belleza espectacular. En aquella ocasión decidimos embarcar en el muelle cercano a la playa fluvial de El Rostro, del municipio de Aldeadávila de la Ribera (Salamanca), para llegar hasta la presa del embalse y volver, en una singladura de algo más de hora y media.

Por la información que tengo, la menor altitud de la zona con respecto a la fría meseta, es la consecuencia de un microclima con temperaturas suaves en invierno, que permite el desarrollo de una flora típicamente mediterránea y el cultivo del olivo, el naranjo y el limonero.


El municipio de Fermoselle se asienta sobre un lecho granítico que a veces aflora y sirve de base a los muros de algunas viviendas. Su trazado es irregular, con frecuencia empinado y como típico pueblo castellano-leonés, cuenta con numerosas casonas de piedra. También las ruinas de un castillo cercanas a la Plaza Mayor. Pero quizás su mayor atractivo urbano resida en las numerosas bodegas horadadas de antiguo bajo las casas a considerable profundidad y distribuidas en diferentes huecos, con una entrada a nivel del suelo en las fachadas por donde arrojar las uvas (hay visitas guiadas a algunas de ellas). Es asombroso cómo pudieron labrar esas estancias en el granito con un herramental rudimentario.

En la Plaza Mayor y en una de sus bocacalles se situaban varios bares-restaurantes con terrazas, algunas concurridas hasta altas horas de la madrugada en un ambiente de serenidad, justo el que precisábamos para la cena, el reposo y la tertulia tras las agotadoras jornadas de desplazamientos. Era curioso ver cómo los propietarios de estos bares, aprovechaban hasta los huecos entre los contrafuertes de un lateral de la iglesia parroquial para instalar algunos servicios de mesas.


Ya la primera noche mantuvimos una charla amigable con uno de los dueños de esos establecimientos (Aníbal), quien precisamente nos mostró la bodega de su casa, que se encontraba muy próxima. Nos ofreció a catar varios de sus vinos. Bajamos diferentes niveles. Por la ventana de uno de ellos, que asomaba a un talud, pudimos contemplar unas casas colgadas de forma parecida a las de Cuenca y la belleza de un cielo totalmente estrellado. Pero aquel ambiente subterráneo en la madrugada, silencioso (aparte de nuestra tranquila charla), lóbrego, pues aunque había luz eléctrica era de escasa potencia, nos hizo vivir un momento intenso, inolvidable, pero hasta cierto punto tenebroso. Nuestras mujeres, muy impresionadas, no probaron el vino.


Dedicamos los días siguientes a viajar por todo el contorno, tanto por el lado portugués como el español. Caminábamos hasta algunos de los miradores para contemplar el paisaje. También bajamos hasta Ambas Aguas, punto donde desemboca el río Tormes en el Duero. Como pueblo destacaré a Miranda do Douro, en Portugal, por su conjunto arquitectónico y un comercio variado y concurrido por turistas, principalmente españoles.


El día 7 de julio (¡San Fermín!) por la mañana partimos con idea de recorrer la Sierra de la Culebra, famosa por ser la comarca con la mayor población del lobo ibérico en España, pero al no encontrar alojamiento adecuado, seguimos hasta bordear el Lago de Sanabria y visitar el municipio de Puebla de Sanabria, bello pueblo con una interesante arquitectura y numerosos balcones cubiertos de macetas con flores. Al atardecer continuamos el viaje para pernoctar en Benavente, otro de los pueblos que nos resultó atractivo. El más importante de la provincia de Zamora.

Tras el desayuno del día siguiente, iniciamos de forma pausada la ruta de regreso. Hicimos parada en Ledesma (Salamanca), otro conjunto histórico con un importante Castillo y un famoso balneario. A continuación visitamos Candelario, en la misma provincia, enclavado en la Sierra de Béjar y con un trazado de calles empinadas y pintorescas donde es frecuente que por algunas de ellas fluya el agua por estrechas acequias.

Desde Candelario seguimos al Barco de Ávila y continuamos circundando la agreste Sierra de Gredos hasta llegar a Arenas de San Pedro, ambos importantes pueblos de la provincia de Ávila, con una interesante e histórica arquitectura. Seguidamente viajamos por el Valle del Jerte, ya en Extremadura para alojarnos en Jerte, pueblo que da nombre al río y al pintoresco valle, famoso por la floración de los cerezos a principios de la primavera y la calidad de su fruto. Por la noche cena apetitosa y charla amena en un chiringuito a la orilla del río y hospedaje en la Hospedería del Jerte.

Las ventanas de nuestras habitaciones se situaban a la trasera de la hospedería, justo unos metros por encima del cauce del río. Cuando fuimos a dormir, mi mujer y yo decidimos en principio dejar la ventana abierta, por la creencia popular de que el ruido de las cristalinas aguas (aunque de escaso caudal en verano) serpenteando entre las piedras sería arrullador, adormecedor y conseguiríamos conciliar un plácido sueño. Pero…, sí, sí, eso ocurrirá en las novelas pastoriles. Nuestra experiencia fue que un rato estaba bien, pero que luego ese sonido se tornaba en un ruido molesto que nos mantenía insomnes, así que terminamos por cerrar la ventana y dejarnos de ambientes bucólicos.

Ya entrada la madrugada, me despertaron unos ruidos en la puerta de la habitación, como si la estuvieran forzando. Ciertamente me asusté, di un respingo y voceaba “¡Quién es!, ¡Quién es!” A mis gritos también despertó alarmada mi mujer. Corrí y abrí la puerta, más por dignidad que por valentía, y comprobé que no había nadie y todo estaba en silencio. Era una noche ventosa y la cerradura, que tenía holgura, era movida por la presión del aire en el pasillo. Una vez serenos pudimos, por fin, conciliar unas necesarias horas de sueño.


Al otro día, 9 de julio, subida por la montaña hasta el pueblo de El Piornal, para bajar al valle paralelo: La Vera. En verdad que ambas comarcas son de una gran belleza. Al mediodía comida en un chiringuito junto a la piscina natural y playa fluvial de Pedro Chate, en el término de Jaraíz de la Vera. En esa y otras ocasiones que hemos parado allí, baño merecido, refrescante y ritual del conductor: mi cuñado Eduardo.

Llegada a Sevilla al anochecer. Como norma habitual, se aprovechaban intensamente cada una de las jornadas. Terminábamos agotados, pero al mismo tiempo satisfechos por todo lo disfrutado, visto y vivido en esos días de tan largo y variado recorrido.



sábado, 9 de noviembre de 2013

Sierras del Segura y Alcaraz (1996-2006)



Era un amanecer de principios de octubre de 1996, cuando cuatro amigos: Marcelo, Manolo, Miguel y yo partíamos en coche desde Sevilla con destino a Férez, pueblo natal del primero, para presenciar o participar en los tradicionales encierros taurinos, a los que los nativos de esa villa de la Sierra del Segura albaceteña, organizados en peñas, son muy aficionados y los celebran cada año en sus Ferias y Fiestas en honor de la Virgen del Rosario.

Previamente, la señora Dora, madre del amigo Marcelo, quien estaba temporalmente en el pueblo como cada verano (su residencia habitual era Barcelona), había ofrecido amablemente su casa, situada en el centro, para nuestro alojamiento. Nos recibió además con un apetitoso cocido preparado para reponer fuerzas tras el cansado viaje.

Una mañana, subidos en una plataforma remolcada por un tractor conducido por un familiar de Marcelo, nos desplazamos hasta un cercado dentro de una finca de las proximidades, donde estaba encerrado el ganado, para volver por el camino rural rodeados de los cabestros y los toros sueltos por el campo. No bajamos al llegar al callejón de inicio del encierro. El amigo Miguel estuvo a punto de ser enganchado en una pierna por un toro, ante la imprevista dificultad que encontró al saltar la barrera de un entramado de maderos, siempre ocupada por un tropel de personas. Afortunadamente no ocurrió nada y vivimos una experiencia apasionante.


Aprovechamos también para desplazarnos y conocer esa boscosa y a veces escarpada comarca. Destacaré a Letur como uno de los pueblos visitados entonces, por su interesante conjunto urbano y su parroquia de la Asunción como principal monumento, así como su frondosidad por la abundancia de agua. Como paisaje: sin lugar a dudas el nacimiento del río Mundo, afluente del Segura, en el término municipal de Riópar, que brota en cascada a gran altura, dentro de un amplio circo rocoso de paredes verticales, que llegan a alcanzar casi los trescientos metros. Después de tres o cuatros días, regresamos a Sevilla.

Algunos años después me desplacé de nuevo a esa región, pero en aquella ocasión conduciendo mi coche y acompañado por mi mujer y mi sobrino Manolo, para que la conocieran. El itinerario fue similar al del primer viaje, con la variante de que, por encontrarse en obras la carretera de acceso a Letur, determinamos dar la vuelta para encaminarnos hasta Alcaraz por la ruta de Ayna y Bogarra.


Alcaraz es una población enclavada en la sierra que lleva su nombre. Cuenta con un curioso trazado urbano y un interesante conjunto arquitectónico, destacando por su belleza su monumental Plaza Mayor. Bajo sus soportales, sentados en una terraza y con una temperatura ideal, gozamos de la cena y de una amena tertulia. Pernoctamos y a la mañana siguiente emprendimos el camino de regreso a Sevilla.

En el trayecto de ida nos detuvimos para recorrer Baeza y Úbeda y a la vuelta Jaén y Martos. En las tres primeras de estas ciudades está muy presente la huella del prestigioso arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira, precisamente nativo de Alcaraz.


Esos recorridos y mi empeño por contemplar con más detenimiento el paisaje de la cercana demarcación de Ayna, que por su orografía montañosa, arbolada y con farallones rocosos que llegan hasta la proximidad del pueblo, es conocida popularmente como la Suiza manchega, decidieron al Grupo (colectivo familiar ya nombrado en la entrada anterior), iniciar por esa zona el primer viaje de la serie que, ininterrumpidamente desde el año 2006 venimos realizando todos los veranos por diversos lugares de la geografía española y que da origen a este y los siguientes relatos. En realidad fue el primero y el de menor duración, pues solo nos hospedamos dos noches en Ayna en el bien acondicionado hotel Felipe II.

Dedicamos ese corto tiempo de forma intensiva para recorrer todo el contorno, de forma parecida a las dos ocasiones anteriores, pero esa vez, además, llegamos hasta Yeste, pueblo donde visitamos su monumental iglesia de la Asunción y su bien conservado castillo de la época de dominación musulmana.


En Alcaraz subimos hasta el cementerio, donde entramos mi cuñado Eduardo y yo para ver la tumba de los bandoleros "el Pernales" y "el Niño del Arahal" quienes, buscados desde Andalucía fueron encontrados en una sierra próxima y abatidos por la Guardia Civil en 1907. Se trata de un nicho común, en cuya parte superior de la lápida aparece la foto de la cara del primero seguida de la inscripción:



FRANCISCO
RIOS GONZALEZ
EL PERNALES
A LOS 28 AÑOS
ANTONIO
JIMENEZ RODRIGUEZ
EL NIÑO DEL ARAHAL
A LOS 26 AÑOS
+ 31 VIII 1907

Después nos enteramos por una publicación que, por decisión de la familia, los restos del segundo fueron exhumados y trasladados a su pueblo natal, Arahal (Sevilla). "El Pernales" fue considerado como el último representante genuino del bandolerismo andaluz. Como dato curioso, pinchando en el enlace pueden acceder a su acta de defunción.

La jornada de esos diarios desplazamientos veraniegos, que iré relatando en las siguientes entradas, comenzaba a diario tras el desayuno y alguna compra para regalos o avituallamiento en la localidad de alojamiento, pero normalmente no terminaba hasta aprovechar al máximo la luz diurna. Invariablemente, el conductor viene siendo mi cuñado antes citado, sensiblemente más joven que yo, vigoroso, experto e incansable en el manejo del volante, eso nos permite, aunque a veces extenuados, llegar a los lugares más recónditos de la ruta establecida. Precisamente, en aquel primer viaje, a pesar de la distancia, no regresamos a Sevilla directamente desde Ayna, sino que previamente recorrimos la serranía de Andújar, hasta llegar al santuario de la Virgen de la Cabeza.



P.D. La foto colocada justo encima de estas líneas representa el nacimiento del río Mundo, pero cuando en épocas de lluvias abundantes se produce el llamado "reventón". En nuestras visitas no tuvimos la suerte de coincidir con alguna de esas caudalosas cascadas.