En noviembre del pasado año
viajé a Bilbao desde Sevilla junto a
mi mujer, para pasar unos días y así retornar después de 23 años, a la ciudad donde residí durante una larga
etapa de mi vida.
Previo acuerdo, también viajaron nuestros
amigos Pepe López y su esposa, María Jesús, quienes a su vez, allí vivieron
largos años atrás. Fue un grato encuentro y recorrido, aunque de solo una
jornada, pues ellos al día siguiente, tras la visita a un familiar, retornaron
a su Galicia natal.
Como en la entrada publicada el día 4 de
febrero del año 2013, ya expuse las razones por las que me siento identificado
con la tierra vasca en general y vinculado a Bilbao de forma particular, en
esta ocasión me limitaré a contar la sorprendente evolución que he tenido la
oportunidad de observar y disfrutar.
METRO.
Sus tres líneas, en forma de copa alargada, con núcleo principal de transbordo en
la estación del barrio de San Ignacio, llegan: por la margen derecha de la ría
del Nervión hasta la costa, a Plencia. Por la izquierda, también alcanza la
costa hasta Santurce, incluso rebasa la población para llegar a Kabieces. Por la base se puede llegar a Basauri. Fuera
de Bilbao suele circular por el exterior.
Todo ese moderno entramado de medio urbano de transporte, da rápido y masivo
servicio de comunicación en toda el área metropolitana llamada el Gran Bilbao,
siendo la tercera ciudad española por el número de pasajeros transportados al
año, solo superada por Madrid y Barcelona.
Por la orografía montuosa de la
ciudad, hay estaciones, como la de Santuchu, barrio en el que residí más
tiempo, en las que es preciso bajar a considerable profundidad para alcanzar
las líneas férreas.
RÍO
NERVIÓN.
En otro tiempo, y a considerable distancia antes de atravesar
Bilbao, sus aguas corrían turbias,
achocolatadas, consecuencia de los vertidos contaminantes de las industrias.
Ahora fluyen claras, hasta el punto de
que nos dijeron que se podía practicar la pesca en el centro de la ciudad.
Además, han urbanizado los
márgenes con largos y cómodos paseos, que permiten una placentera vista del
entorno.
GRAN
VÍA.
Excepto en la zona central, la amplia
Gran Vía Don Diego López de Haro,
arteria principal de la ciudad, ha sido peatonalizada con aceras muy
anchas.
Además, han limpiado sus
magníficos edificios de la polución acumulada de muchos años (en realidad, así
se ha hecho con casi todos los del centro de la ciudad). Todo ello permite un
cómodo y atractivo paseo por el entorno.
LAS
“SIETE CALLES”.
Se trata del centro histórico, nombre
popular que se le da al casco viejo, donde se encuentra la catedral de Bilbao,
llamada de Santiago.
Merece la pena perderse por su laberinto de calles,
disfrutar de su ambiente y de los numerosos bares y restaurantes.
MUSEO
GUGGENHEIM.
Como nuestro objetivo prioritario era
“patear” y recorrer la ciudad, solo nos detuvimos para ver por fuera el importante edificio y sus aledaños.
Este reconocido museo a nivel
mundial, ha supuesto el reclamo para la ciudad de un número de visitantes que
supera el millón cada año.
En sus cercanías se levantó la
construcción de un nuevo puente sobre el Nervión, que une la margen izquierda
con el barrio de Deusto.
ESTADIO
DE SAN MAMÉS.
De bella arquitectura externa, aunque, por las razones apuntadas en el
apartado anterior, tampoco nos detuvimos
para visitar el campo y sus instalaciones, ni tuvimos ocasión de verlo
iluminado con juego de luces por el exterior.
Eso sí, eché en falta el
característico y enorme arco de acero que enlazaba ambas bandas del anterior
estadio. Me informaron que, como símbolo de la historia con solera del Athletic Club, lo han
reubicado en sus Instalaciones Deportivas de Lezama.
PARQUE
DE ECHEVARRÍA.
Extenso parque, en alto, con vistas a la
parte más céntrica de la ciudad, arbolado y de verdes praderas, que allí llaman
campas, cercano a la basílica de Begoña. Resulta muy apacible y placentero su
recorrido.
Ocupa los terrenos donde, años
atrás, se levantaba una de las fábricas, la llamada de Recalde, de la tradicional
y emblemática empresa bilbaína en que trabajé: S.A. Echevarría, productora de
aceros especiales. En su recuerdo, mantienen el nombre del parque y erguida la más alta de sus chimeneas.
En su día, considerando la
privilegiada situación del lugar, la empresa, en momentos de declive, ideó la
construcción de viviendas de alta calificación, combinada con amplias zonas
verdes. Opción no aceptada por la municipalidad. Sus razones opuestas tendrían
las autoridades municipales, no es mi cometido entrar aquí en valoraciones,
solo me limito a exponer la existencia de tal proyecto.
ANTIGUA
OFICINA CENTRAL.
S.A.
Echevarría tuvo de antiguo su sede en un edificio de siete plantas, en
lugar tan céntrico como es el número 4
de Alameda de Urquijo. Allí permanecí varios años, pero en los años
setenta, tras la crisis económica, conocida como la “crisis del petróleo”, se
vio obligada a venderlo a la empresa eléctrica Iberduero.
Como no, para recordar gratos
tiempos pasados, visité y fotografié el edificio, que ahora parece de propiedad
particular.
GASTRONOMÍA.
Es de sobra conocida la amplia oferta y
calidad de la restauración bilbaína, pero en nuestro caso, para disponer del
mayor tiempo libre posible para movernos por la ciudad y su entorno, bien nos
nutrimos con sus afamados pintxos.
Entre la numerosa y variada
exposición, no faltan los de jamón
ibérico de alta calidad. Siempre dije que Bilbao es ciudad destacada en la
oferta y consumo de ese producto.
Era muy tradicional el alterne por rutas
de bares con los chiquitos de vino tinto, a veces acompañados con el consumo de
algún que otro pintxo. Para mi
sorpresa, comprobé, y así me lo confirmaron en algún establecimiento, que ahora
ha aumentado de forma notable el consumo de cerveza (a precios muy populares,
por cierto).
***
En resumen, mucho gustó a mi mujer la
ciudad y alrededores y el amable trato con las personas que contactamos.
Constaté que la gente, en general, sigue
siendo muy amable y cortés, en especial con los visitantes. En este caso no ha
habido cambio. Ni falta que hace.
También continúa vigente la chispa bilbaína
de noble fanfarronería, pero esa característica solo es aplicada en chistes o
ambientes amistosos.
Podría extenderme contando más
ocurrencias y observaciones de aquel viaje, pero, por no hacer tedioso el
relato, aquí le doy término.