Sábado,
28 de julio de 2018.-
Esa mañana viajamos a Karlovy Vary, bella ciudad de
balnearios enclavada en un valle en la región de verdes montes llamada Los
Sudetes, que también pertenece a Bohemia. Dista 127 km desde Praga y el
recorrido se hace por una carretera de solo un carril en cada sentido.
Durante
el trayecto, con parada en el camino, antes de llegar a la zona
montuosa, contemplamos extensos campos
con cultivos de lúpulo. Nos comentó Elena, que en la República Checa, cada
pueblo tiene su propia fábrica de cerveza, además de su iglesia.
El autobús nos dejó en un extremo de la
población y caminamos hasta el otro por las proximidades del río Teplá, que fluye a lo largo de la
misma, de aguas cristalinas y templadas, y donde a pesar de la temperatura,
viven abundantes truchas,
Nos detuvimos
en el lateral techado sobre columnas de un importante edificio, donde se
encuentran las trece principales fuentes de aguas de diferentes sabores y
temperaturas.
Era
frecuente ver personas bebiendo en unas típicas
jarras aplanadas con un pitorro curvado para que el agua se enfriara antes
de llegar a la boca. Nosotros no bebimos, pues son aguas indicadas para
afecciones del aparato digestivo, en prevención de que nos hicieran un efecto
inmediato.
Nos contó Elena, que los
nativos dicen con humor, que las fuentes son catorce, pues hay quienes
disimulan con la jarra y lo que van bebiendo es Becherovca un licor de hierbas
de alta graduación alcohólica, muy típico de Karlovy Vary.
Más adelante contemplamos un géiser que
llega a gran altura y cuya agua alcanza los 72 ºC.
Preciosos edificios por todo el entorno.
Numerosas tiendas. También por el suelo vimos placas de latón cuadradas con datos de víctimas del Holocausto, a que me referí en la entrada anterior. Al
final, llegamos a un edificio comercial donde terminaba el largo recorrido.
Quedamos libres para la vuelta hasta llegar al autobús a la hora convenida.
Nos dirigimos al restaurante concertado
y, después del almuerzo, viajamos de retorno al hotel de Praga, donde esa noche
correspondía cena incluida.
Tras la misma, acordamos con el
matrimonio vizcaíno mencionado en la entrada anterior, reunirnos en la rotonda
próxima al hotel a que me referí en anteriores ocasiones y así invertir en el furgón-bar, las muchas monedas
acumuladas en coronas por ambas parejas; monedas de vueltas de los pagos de
pasadas consumiciones, aunque éstos los hubiésemos efectuado en euros.
Nos encontramos muy a gusto y gozando de una
temperatura muy agradable, pero no pudimos prolongar el grato encuentro porque
a ellos, que al día siguiente volaban a
Bilbao, los recogían en el hotel a las 5:30 horas para el traslado al
aeropuerto.
Domingo,
29 de julio.-
En nuestro caso, la recogida para el
vuelo a Madrid estaba fijada para las 17:30 horas, o sea, que disponíamos
prácticamente de un día para prolongar la visita a la ciudad.
Así que, después del desayuno, bajamos a las profundidades del metro y
nos dirigimos a la emblemática plaza de
San Wenceslao que, como dije con ocasión de la primera visita a la ciudad,
la vimos solo de pasada. Es de grandes dimensiones, pero la recorrimos de un
extremo a otro, procurando buscar la sombra porque hacía un calor sofocante.
Al final se encontraba una colosal
estatua en bronce de San Wenceslao. De fondo, el impresionante edificio del Museo Nacional. Ya nos contó Elena, que
ese edificio fue cañoneado por
tanques del ejército ruso en los hechos conocidos como La primavera de Praga de 1968.
Por lo que nos dijo, se confundieron creyendo que allí se encontraba la emisora
de la Radio Nacional, cuando, en realidad, se encontraba en otro situado
detrás.
Regresamos al otro extremo de
la plaza con idea de refrescarnos tomando una cerveza y ya aprovechar para
comer algo. Cuando nos dimos cuenta, en las sombrillas estaba impreso el nombre
de una conocida marca de cerveza de EE. UU. Y no solo eso, sino que, para
disipar cualquier duda, el nombre también figuraba en las copas.
No dábamos crédito a que en
Praga, capital de un país cervecero por excelencia, fuésemos a topar con un bar
restaurante donde ofrecían y patrocinaban cerveza norteamericana. Quizás era el
único, al menos no vimos ningún otro.
Terminamos la consumación y nos dirigimos
a unos puestos próximos de servicio de restauración al aire libre, pero no
admitían tarjeta de crédito y yo no estaba dispuesto a cambiar de nuevo o pagar
con euros y que al final nos diesen el cambio en monedas de coronas, luego sin
valor alguno en España.
Por fortuna, mi mujer encontró,
justo frente a una oportuna estación de metro a la que se accedía desde la
fachada de un edificio, un restaurante
de esos de mesas corridas en la
calle, donde las personas se sientan en cualquier hueco libre. Compartimos el momento
con gente diversa, entre ellos con una amable pareja de polacos. No nos
entendíamos con los acompañantes, pero comimos y bebimos bien y hasta nos resultó divertido.
Retornamos al hotel con suficiente
antelación para la hora de recogida y traslado al aeropuerto, dando fin a la
visita a la preciosa ciudad de Praga. En este caso, de las tres capitales
visitadas, fue donde la estancia fue más prolongada, por lo que tuvimos ocasión
de conocerla con mayor detalle. Nos encantó.
Incidencias
al retorno.
Un sobrino mío, que vive en un pueblo
cercano a Barajas y que, junto a su mujer, desde años atrás, nos recogen en la
estación de Atocha cuando emprendemos nuestros viajes, estamos con ellos en
familia y luego nos acercan al aeropuerto o a un hotel cercano como fue el caso
en esa última ocasión, aquella mañana nos informó por what´s app que en Madrid se mantenía desde hacía unos días una
huelga del servicio de taxis. Se ofreció para desplazarse a recogernos.
Como un
compañero del grupo nos comentó haberse informado de que la huelga terminaba a
las 24 horas y nuestro vuelo tenía prevista la llegada a la T1 del aeropuerto
de Barajas a las 23.20, desestimamos su ayuda para evitarles un agobiante
desplazamiento nocturno.
En principio todo se desarrollaba bien,
nos recogieron a tiempo, incluso nos acompañó la propia Leticia al aeropuerto
de Praga (ella misma tomaba otro vuelo a Barajas con una semana de vacaciones)
y el nuestro salió a su hora y a su hora aterrizó.
Pero a partir de ese momento
comenzaron los problemas. El avión tomó tierra al final de la T4 y no la T1.
Tuvimos que esperar dentro del mismo como una media hora hasta la llegada de la
escalera y los autobuses para acercarnos a la sala de llegadas.
Cuando llegamos, las cintas de recogida
de equipajes ya estaban paradas. Aquello
era un desorden. Al final, brincando sobre cintas y esquivando maletas, logré
recoger las nuestras.
Para mayor agobio, una vez fuera nos
enteramos que la huelga continuaba vigente. Para el desplazamiento a Madrid
solo había un servicio de autobuses de emergencia. Las colas eran enormes. Hubimos de esperar largo tiempo hasta lograr
subir a uno. Al menos los empleados eran amables
Uno de ellos, cogió para
estibar la maleta que traía rodando mi mujer y le dijo con humor: “¿Señora, que
trae aquí, un cadáver?” Nos hizo reír a pesar de la tensión del momento.
Según comentaban algunas personas, esos
autobuses llegaban hasta la estación de ferrocarril de Atocha; destino idóneo
para nosotros, pues en su proximidad teníamos reservado hotel para viajar al
día siguiente en el AVE hasta Sevilla.
Pero surgió una nueva
contrariedad: el destino final del autobús estaba en Cibeles, no en Atocha.
Para llegar hasta allí nos fue preciso transbordar a otro.
Por evitar caminar por calles solitarias
a esas horas rodando maletas, nuestra idea era pasar la noche dentro de la
estación y procurar plaza para el primer tren a Sevilla a la mañana siguiente.
¡Pero tampoco pudo ser así!,
pues según nos informaron, precisamente por la noche, al finalizar el servicio
de trenes, la cierran.
No nos quedaba otra alternativa que
enfrentarnos, no sin cierto temor, a caminar hasta el hotel. Calle en cuesta bastante
empinada. Escasa iluminación porque uno de sus laterales forma el muro tras el que se encuentran las líneas férreas.
No teníamos idea exacta de la ubicación del mismo. Solo nos encontramos con dos
jóvenes a quienes preguntar, pero con cierto recelo a esas horas. Al final, muy
amables, nos orientaron. Incluso se ofrecieron a acompañarnos.
Eran las 2:45 horas
cuando llamamos a recepción, desde donde se aseguraron de quiénes éramos previa
apertura de la puerta. ¡Qué sensación de alivio cuando nos vimos sin novedad
ante el mostrador de recepción!”
En principio no pensaba contar esta serie
de adversidades finales por no extender en demasía el relato, pero luego he
creído oportuno añadirlas a modo de remate de aventura, a un viaje que nos
resultó inolvidable, por cuanto vimos y por cuanto vivimos.
Increíble! como todas tus narraciones, tienes el poder de transportar a tus seguidores al lugar de los hechos, como si allí nos encontrásemos, además con la particularidad de hacernos disfrutar de ello.
ResponderEliminarMuy curioso el comentario sobre el rio Teplá y las 13 fuentes, y no digamos de la catorce! jaja, sobre todo el nombre del licor..Becherovca, parece un juego de palabras entre Be.. de beber, Che.. de Checoslovaquia y el final que suena a vodka.
En cuánto al termino.... mesas corridas, habia oido hablar de ello a la prima Consuelo, pero pensé que era habitual de su zona. Pero debido a ello, pudisteis disfrutar de otro buen rato compartiendo mesa.
Te diré que con la parte de incidencias, me has hecho recordar, que hace años a mi me pasó lo mismo. en cuanto que pensé en "refugiarme" en la estación de atocha, con mis hijos pequeños y de viaje a Benidorm, menos mal que me avisaron antes de subir al tren en Aranjuez. Amenazo con contar la historia!!.
Como siempre quedo en espera.
Besos.
Sharon
Pues ya me gustaría vivir para conocer relatos a la inversa, o sea, que gozarais de la oportunidad de hacer ese recorrido. Bueno, o cualquier otro similar.
EliminarIngeniosa esa imaginación sobre la palabra "Becherovca".
Por lo que conozco, eso de las mesas corridas o compartidas, cierto que me parece más común, por lo que vimos, en Alemania. Son curiosas las costumbres: para nosotros es normal compartir barra y charlar si es preciso con los desconocidos que nos rodean, pero difícil que lo hagamos sentados. Nos resultaba divertido comer y beber junto a polacos, checos, alemanes... y cada uno "a su bola".
Nana, nada, que no se quede en la amenaza: me gustaría que contaras aquí como complemento vuestro caso del previsto "refugio" en la estación de Atocha.
De momento tengo en cartera contar un reciente viaje a mi querido Bilbao. Después... ya veremos.
Besos.
.
ResponderEliminarBien está lo que bien acaba, sobre todo cuando la ganancia es haber conocido y disfrutado de una ciudad como Praga, que a tenor de estas crónicas, parece haber sido "la joya de la corona" de tal periplo. Pues como dice Sharon, quedamos a la espera de un próximo viaje.
Pues sí, al final, la "dicha" fue buena.
EliminarEn realidad, cada una de esas ciudades brilla con luz propia y merecen ser visitadas y disfrutadas.
Claro, como ya apuntaba, para que el lastre inclinara la balanza hacia Praga, también influyó que fue la ciudad donde gozamos de más tiempo para tomarle el pulso "a nuestro aire", incluida nuestra pequeña aventura de breve extravío por sus calles céntricas. También por vivir momentos inolvidables en una cervecería popular al aire libre cercana al hotel, con simpáticos servidores.
Son curiosas las placas de las víctimas del Holocausto en el suelo. Si amplias la foto, puedes leer los datos personales y las fechas.
Confiemos en contar con salud este verano para ver donde nos encaminan los pasos.
Bueno leído esto.
ResponderEliminarInteresante cada pueblo una fábrica de cerveza, solo con la escusa de probarlas o cantarlas ya coges una buena torta.
El río Teplá como aquí el Guadalquivir, cristalino ja ja.
Aguas de diferentes sabores, interesante pero templadas me daría fatiga. O muy calientes tipo manzanilla, té, tila, o natural pero templada nose yo...
Respecto a una cervecería allí americana, y encima entra gente, ya estamos tardando en no poner nuestra cruzcampo!!!! Botellines, tirador glaciar y chicharrones ja ja.
Vamos a montar el negocio ya, que llegamos tarde, un "en ca Paco" ahí triunfa.
Y el final es que sabía que algo os tenía que pasar...
Desde luego lo que no os pase...
Por lo menos se quedó en un susto.
Besos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarPues nada, hija, no he conseguido la corrección y mira que le doy al "lapicito", pero al final nada.
EliminarPues eso, que tampoco bebimos esas aquellas aguas por si nos hacían efecto en plena calle.
La cerveza, creo que es la mejor del mundo o una de las mejores, no sería bueno que entraran otras. Solo vimos un solo lugar con cerveza de otro país.
Al final agobios, pero todo terminó en aventura.
Besos.
Hola! Desde hace días que quiero escribir y comentar esta nueva entrada ...esta nuevo capítulo en el tour de tu vida..ja,ja,ja.
ResponderEliminarLo del lúpulo y esos campos los conozco de Alsacia. Es tan curioso... esos palos...era como una plantación de judías para gigantes .
Estoy en el dentista. Es decir que no puedo seguir mucho tiempo escribiendo. He venido media hora antes para disfrutar de este rato y así contestarte.
Ya te comenté en privado y te lo repito...tenéis que hacer el viaje de vuestras vidas...uno de esos alrededor del mundo. La gente que conozco que lo ha hecho han venido encantados y relajados. Claro que duran dos o tres meses....y que importa...no os lloran los niños y tenéis pasión por viajar. Lo importante es hacerlo con una buena agencia . Todo organizado.
Imagínate. .tendrías para escribir capítulos en tu Blog para unos cuantos años.
Y de paso decirte que es una suerte conocer tan bien Europa. Somos unos privilegiados los que vivimos aquí.
Besos de tu sobri
Pues no se yo eso del disfrute en la sala de espera de un dentista precisamente, pero bueno será para una revisión rutinaria y no con un dolor de muelas.
EliminarNo, si ese crucero alrededor del mundo ya lo vimos con la compañía con la navegamos Venecia... Estambul y Países Bálticos. Ya conocemos el camino y esa sería nuestra meta, o sea, que no es cuestión de asesoramiento, pero ya sabemos los precios y eso son palabras mayores.
Tampoco no importaría el tiempo invertido en la travesía (más tardó Elcano). Además, si "palmo" en alta mar, que me arrojen al agua como antiguo marino.
De nomento, me conformaría con navegar por el Volga, enlazando desde Moscú a San Petersburgo. Ya Veremos que apsa este año.
Abrazos.