Cuando en julio de 1921 ocurrió
el Desastre de Annual, mi padre, José Antonio Carrasco, se encontraba en Badajoz cumpliendo el
servicio militar obligatorio (la “mili”) en el Regimiento Castilla, 16.
Tras aquella gran derrota y
masacre de las tropas españolas en la región del Rif, que formaba gran parte
del Protectorado Español de Marruecos, la reacción inmediata de España fue el
envío de nuevos contingentes, entre ellos el mencionado regimiento. Tres días
después de la tragedia ya hizo acto de presencia el primer batallón del mismo.
Por situarse el escenario
bélico cercano a la plaza de soberanía española de Melilla, como “La Guerra de
Melilla” fue conocido popularmente aquel conflicto, aunque oficialmente fuera más
nominada como la “Guerra del Rif”.
Mi padre resultó herido en uno
de los combates. Una bala de fusil le atravesó un antebrazo. Afortunadamente,
la única secuela que le quedó fueron las dos pequeñas cicatrices de entrada y
salida del proyectil.
Lo curioso del caso fue que, a él
y otros compañeros no heridos de gravedad, los trasladaron para su
convalecencia nada menos que ¡a San Sebastián!, al extremo opuesto de España,
cuando con solo cruzar el estrecho hubieran estado hospitalizados o atendidos
en centros sanitarios, alejados del peligro de la zona bélica.
Como ya comenté en alguna
ocasión, soy con considerable diferencia de años, el menor de cinco hermanos.
Cuando yo nací, mis padres sobrepasaban con mucho la cuarentena. Esa y otras
circunstancias, unidas a que no alcanzaron una edad longeva, me impidieron
mantener, en este caso con mi padre, conversaciones entre adultos, que hubieran
desvelado mi curiosidad por conocer las
causas de tan largo y, para mí entonces, inexplicable recorrido.
Tampoco mis hermanos mayores
conocían o, al menos no me comentaron, la motivación del mismo con
convalecientes poco graves de heridas de guerra. Solo recuerdo que mi padre contaba
que el rey Alfonso XIII los visitaba con frecuencia, les repartía cigarrillos, fumaban
y departía con ellos de forma campechana.
Con el tiempo, llegué a la
conclusión, que no creo que se aleje de la realidad, que los llevaron a San
Sebastián, donde veraneaba la Familia Real, como una forma de recompensarlos
por sus sufrimientos y, al mismo tiempo, “lavar” la imagen de la monarquía
saliendo en la “foto”, por la responsabilidad que correspondiera al rey
directamente, de una guerra sin sentido y mal dirigida, que costó la vida a
unos diez mil jóvenes españoles.
En el caso de la foto de
cabecera, la que con aspecto saludable figura sentada en el centro, junto a los
convalecientes –entre ellos mi padre--era María Cristina de Habsburgo Lorena,
segunda mujer del rey Alfonso XII, regente de España desde la muerte del mismo hasta la proclamación como rey de su
hijo Alfonso XIII en 1902. Era conocida como la “Reina Madre” o “Doña Virtudes”,
por su fama de mujer discreta y sensata. Por lo que escuché también a mi padre
cuando yo niño y luego he podido corroborar con mis lecturas, fue muy querida
por el pueblo.
El original de esa histórica
foto, que posee mi sobrino Julio, fue prestado a Caja Madrid, para la
exposición “Cien Años de Fotografía en España”, que recogía imágenes desde sus
inicios, allá por los años treinta del siglo XIX, hasta 1939. Una copia de la
misma, fue expuesta en el salón de
exposiciones de su Obra Cultural en Madrid (donde acudimos varios familiares).
También fue seleccionada entre cien de toda la colección, que posteriormente
fueron recogidas en un álbum. Un ejemplar del mismo fue regalado a cada
familia. Después, la exposición hizo un recorrido itinerante por distintas
capitales. Tuve la ocasión de visitar de nuevo aquella exposición en Sevilla.
Siempre que tenía ocasión
“pegaba el oído” para escuchar a mi padre relatar su participación en aquella
guerra, historias que encandilaban mi mente infantil, mucho más a la vista de sus
cicatrices. Por ese motivo me interesé más delante en estudiar aquella absurda
y sangrienta tragedia, aunque ahora me limito a contar solo lo expuesto, por
ajustarme al espíritu de este blog, o sea, alejarme de temas políticos,
religiosos o sobre mi vida íntima. En todo caso, aprovecho para exponer una
foto que considero de interés histórico.
P.D. Mi padre es quien figura indicado por una flecha roja.
P.D. Mi padre es quien figura indicado por una flecha roja.