-ALTO Y BAJO
MANHATTAN.- De las
excursiones turísticas previamente contratadas, se encargó la empresa “Todo New
York. Visitas en Español”. Puntualmente, como estaba previsto, a las 8,50 horas
del día siguiente, o sea, el sábado 25 de septiembre, ya estaba a la puerta de
hotel un vehículo de unas nueve plazas, conducido por Gerardo, un argentino que
nos serviría de guía también en otras ocasiones. Hombre simpático, amable,
conversador y un gran conocedor de la ciudad. Precisamente, eran mayoría las
personas de esa nacionalidad las que nos solían acompañar. También, a veces,
algunos españoles. Todos resultaron siempre una grata compañía.
Por la zona norte de la ciudad, paramos y paseamos por Central
Park para ver unos motivos alegóricos dedicados
a John Lennon y el edificio Dakota, lugar donde vivió y a cuyas puertas fue
asesinado. Después recorrimos el barrio de Harlem, que Gerardo nos fue
explicando con todo detalle. De vuelta nos detuvimos para visitar la catedral
episcopaliana de St. John the Divine.
Por la zona sur paramos en Madison Square Park, para pasear y
contemplar los edificios de la zona, especialmente el rascacielos Flatiron,
llamado así por su forma, el “Edificio Plancha” en español, uno de los más
antiguos de la ciudad.
Seguimos por Chelsea, Green Village, Little Italy, Chinatown,
Wall Street, Zona Cero… y finalizamos en la punta que da al mar, donde Gerardo
nos recomendó embarcar por nuestra cuenta en el ferry gratuito que llega al
municipio de Staten Island. Pero este punto queda para los apartados de
nuestros propios recorridos.
-MISA GOSPEL.- A las nueve de la mañana del domingo
26, nos recogieron para asistir a una misa en una iglesia de culto cristiano baptista
en el barrio de Harlem. Se celebraba con canciones y música gospel interpretada
por hombres y mujeres afroamericanos, como se dice ahora. El conjunto de sus
voces, movimientos y vestuario representaban todo un espectáculo para los presentes, situados
en unas gradas dentro del templo.
Visitamos las pintorescas calles de los alrededores y el
exterior de la cercana Mansión de
Morris-Jumel, cuartel general de George
Washington, cuando la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.
A mediodía terminamos la excursión. Mi mujer y yo, recomendados
por el guía, entramos para comer en el Stardust, un restaurante situado en una
esquina de la calle 51 con Broadway. También dejo este relato para el apartado
de nuestras vivencias en solitario.
-CONTRASTES DE NUEVA
YORK.- Como
excursión de mayor duración por la ciudad, ya a las 8 de la mañana de día 28
nos recogió el guía Gerardo a las puertas del hotel.
Nuevamente, iniciamos el desplazamiento hacia el norte de Manhattan,
pero esta vez llegamos hasta el extremo del Bronx, a la zona de River Dale, toda de mansiones y bosques. Como
contraste, de retorno paramos cerca del estadio de los New York Yankees y
recorrimos el barrio popular con paredes
cubiertas de grafitis por todos lados, botas colgadas por todo el tendido
urbano de cables y nutridas colas de personas a las puertas de los juzgados,
donde se celebran juicios durante las 24 horas del día. La presencia policial
era notoria, incluso con garitas situadas en alto. Aún así, nos informó Gerardo
que, en alguna ocasión, tuvieron que poner rejillas protectoras en los
cristales de los vehículos de la policía y nos aconsejó no aparecer solos por
allí.
En dirección opuesta, cruzamos el East River para llegar a
los dos municipios neoyorquinos enclavados en Long Island. Primero recorrimos
Queens, parando en su zona residencial de Forest Hill y Malba, parando también
cerca del estadio de los Mets, para a continuación, seguir hasta Brooklyn,
transitar por sus calles, especialmente por el barrio de los judíos más
ortodoxos y detenernos junto a su famoso puente para contemplar Manhattan desde
esta orilla del río. Tras ello, finalizamos la excursión regresando a los
respectivos hoteles.
-DE COMPRAS A NUEVA
JERSEY.- Como última
de estas excursiones, también habíamos contratado, desde la mañana a la tarde
del día 29, un viaje de compras a un centro comercial libre de impuestos de
artículos de primeras marcas a precios muy inferiores a los del mercado
convencional. Ese día nuestro competente
guía y conductor era un colombiano: Lucas.
Después de una hora de recorrido por ese Estado lindante con
el de Nueva York, llegamos a nuestro destino. Se trataba de un enorme complejo
comercial construido en forma de poblado y dotado de todos los servicios
necesarios. Destacaban también su limpieza y su entorno, rodeado de colinas y
bosques verdes y frondosos.
Mira por dónde que yo, poco o nada amante de las compras, me
sentí atraído por tan gran variedad de productos y de tiendas alineadas
formando calles; así que nada más llegar, entré con mi mujer en el establecimiento
de la marca “Nautica”. Vi algunos artículos
en los que destacaban unos carteles en caracteres rojos en los que solo leí “10
dólares”. Me pareció muy barato y le pregunté a la que aparentaba ser la dueña
de la tienda con mi limitado conocimiento del inglés, ya que parecía que ella
no hablaba español: Only ten dollars?, only ten dollars? Me respondió:
Yes, only ten dollars. Quedé
sorprendido. Me faltó tiempo para dirigirme a mi mujer y comentarle: “¡Estos
precios son una “bicoca”, podemos llevar regalos para toda la familia y amigos.
Mira, mira, he cogido estas tres prendas por solo diez dólares cada una!” --no
se lo creía, ¡no podía creérselo!-- “¿Ah, qué, no lo crees? Pues te vas a
convencer, ahora voy a caja a pagarlo”.
La joven cajera sí hablaba español y cuando le presenté los
tres artículos me informó de un importe de ¡ciento cincuenta dólares! “¡No
puede ser!, ¡no puede ser!, yo mismo los he cogido de aquellas perchas. Sí… de
aquellas de allí… a la entrada, y marcaban diez dólares cada uno”. Me sonrió,
tal vez pensando: “¿de dónde se habrá “escapao” éste?” y me contestó: “Sí, sí, diez
dólares, ¡pero de descuento sobre el precio marcado!” Efectivamente, cada
etiqueta indicaba sesenta dólares. Ya no me pareció oportuno dar “marcha atrás”.
Se acercó mi mujer que suponía lo que iba a pasar y acordamos pagar lo cogido,
porque ella sabía que aún así eran precios inferiores a los de las tiendas
tradicionales.
En adelante, continuamos con las compras, pero yo ya, descontento
conmigo mismo por mi fracaso con lo que creía eran unas “gangas”, me quedaba
rezagado esperando mientras mi mujer, ya que estábamos allí, pero no demasiado
convencida con los precios, porque también en determinados centros comerciales
de España podíamos adquirir esos artículos a similar valor, buscaba al menos,
algunos típicos de los Estados Unidos para traerlos como regalo a familiares.
Curiosamente, en cuanto a las marcas, nos dimos cuenta que al final, en las
etiquetas de todas las que vimos, ponía “Made in China”.
Cuando cargábamos los bultos en el vehículo, vi en el
maletero un uniforme y demás complementos de Policía Local de Nueva York. Me
informó Lucas, con quien había conversado bastante durante toda la jornada, que
era suyo y que lo llevaba porque le tocaba turno esa misma noche. Admirables
nuestros hermanos de Hispanoamérica, que allí llaman hispanos, porque están presentes en todos los estamentos de la
ciudad. Principalmente a ellos debemos que el idioma español sea con mucha
diferencia la segunda lengua más hablada de la ciudad, donde llegamos al anochecer.
Bueno, pues hasta la siguiente entrada.