Como apéndice a las dos últimas entradas dedicadas a nuestra
estancia en Las Hurdes, he creído de interés añadir este relato sobre La
Alberca por haber sido ese pueblo la cabecera de la comarca extremeña hasta
que, por la reorganización territorial de España de 1833, pasó a formar parte
de la provincia de Salamanca. También, porque creo interesante destacar su
peculiaridad. Además, todos los miembros del Grupo lo hemos visitado alguna vez, aunque por separado.
Situado en la Sierra de Francia, en el Parque Natural de Las
Batuecas y próximo a la Sierra de Béjar, su entorno es de una gran belleza
paisajística. A pocos kilómetros se puede subir, incluso en coche, a la Peña de
Francia, a 1.723 metros de altitud. En la cima se puede visitar un monasterio
dominico, el santuario de la Virgen del mismo nombre. La panorámica es espectacular.
También es recomendable desplazarse al cercano Valle de Las
Batuecas, por donde fluye el río de aguas transparentes que le da nombre.
Cercano a su orilla se levanta otro monasterio, éste de carmelitas descalzos,
de clausura. Disponen de hospedaje
concertado. Los alrededores son boscosos y agrestes. Húmedos y exuberantes en
torno al río.
El pueblo en sí, cuenta con una regular y notable afluencia
turística por el atractivo de su Plaza
Mayor porticada y con balconadas floridas, el trazado irregular de sus
calles, algunas, incluso, formando vericuetos, por la arquitectura popular de
sus casas antiguas, construidas con piedras y entramados geométricos de madera.
En el dintel de granito figura cincelado el año de fundación y alguna alegoría
religiosa. Son frecuentes las fachadas que se van inclinando hacia adelante a medida que toman altura,
llegando a aproximarse el alero del tejado con el de la casa de frente, de esa
forma, en los días luminosos se forman contrastes de luces y sombras.
Otra singularidad añadida es la tradición secular de la Moza de Ánimas. En realidad se trata de
una mujer ya de cierta edad, que acompañada por alguna otra y portando unas esquila
recorre determinadas calles del pueblo al anochecer, durante todos los días del
año, haga frío, calor, llueva o nieve. Van ataviadas con ropas austeras, aunque
creo que, en la actualidad, no tan enlutadas y fúnebres como muestra la foto.
De vez en cuando hace un alto en el camino, da tres toques de campanilla y salmodia:
Fieles cristianos, acordémonos
de las benditas almas del Purgatorio, con un Padrenuestro y un Avemaría, por el
amor de Dios.
A continuación otros tres toques y nueva petición:
Otro Padrenuestro y otra Avemaría
por los que están en pecado mortal, para que su Divina Majestad los saque de tan miserable estado.
Cuenta la leyenda que al atardecer de un inclemente día, una
perezosa Moza de Ánimas pensó que nada pasaría con su ausencia, pero los
vecinos contaron que escucharon el tintineo de la campanilla por las calles. ¡Por
lo que parece, hizo el recorrido sola!
El ritual termina con la Moza de Ánimas subida a un murete
bajo, escalonado, añadido a la fachada de la parroquia y repite la salmodia
bajo dos hornacinas. Cada una contiene una… ¡calavera! Espeluznante visión.
Han pasado más de treinta años desde que visitamos por
primera vez La Alberca. Vivíamos entonces en Bilbao, donde también residía un
matrimonio amigo: Pili y Canor, naturales de La Fuente de San Esteban (Fuentes,
según los nativos), pueblo también de la provincia de Salamanca, próximo a
Ciudad Rodrigo.
Esos amigos tuvieron la amabilidad de invitarnos a pasar
unos días con ellos en su pueblo, alojándonos en casa de sus padres. Nos
desplazaron en su coche para mostrarnos gran parte de esa provincia. Subimos a
la Peña de Francia, llegamos hasta Las Mestas, ya en Las Hurdes, pasando por el
valle y puerto de Las Batuecas y ¡cómo no!, para nuestra sorpresa nos llevaron
a La Alberca a la hora aproximada de salida de la Moza de Ánimas.
Cuando vi aquellas mujeres enlutadas caminando, una de ellas
tocando una esquila y salmodiando algo que me sonaba a fúnebre, me quedé
atónito, como si de pronto hubiera viajado a la Edad Media por el túnel del
tiempo. Pero cuando además, la salmodia tuvo lugar ante las calaveras yo, de
natural asustadizo ante los imaginados fenómenos de ultratumba, me sentí
realmente “acojonao”. Creo que de haber contraído un leve “resfriao” en tal
ocasión, me hubiera quedado allí para la eternidad.
Muchos años después, ya en mi nueva situación de vida en Sevilla,
llevé allí a mi mujer para sorprenderla con ese tenebroso ritual.
No recuerdo que pasó, el caso es que , alojados con
suficiente tiempo de antelación en un hotel a las afueras del pueblo, llegamos
tarde al recorrido, cuando ya la Moza venía de retorno. Aun así, mi mujer quedó
impresionada por su presencia, por mi relato del rito y más ante la tétrica
visión nocturna de las calaveras.
Como era el mes de febrero y hacía frío entramos en un
acogedor bar-restaurante de la Plaza Mayor, para reponernos del momento
angustioso vivido con alguna cerveza, algún vino y un excelente jamón de la
tierra.
A continuación, viajaron allí en dos ocasiones mis cuñados
Gloria y Eduardo acompañados de otros familiares, completándose así la visita a
ese pueblo de todos los miembros del Grupo,
como anunciaba en principio.
Otra curiosa costumbre con la que no he tenido la
oportunidad de coincidir en mis varias visitas a ese pueblo, es con el
recorrido por sus calles del Marrano de
San Antón: Resulta que el 13 de junio de cada año, día de San Antonio de
Padua, sueltan un cerdo ibérico después de bendecido y dotado de una campanilla
en el cuello. El animal deambula libremente por las calles, los vecinos lo van
alimentando y le dan cobijo cuando y donde proceda, hasta que el 17 de enero,
día de San Antón es rifado y el dinero obtenido se emplea en obras benéficas.
Incluso existe una estatua del dicho marrano.
He escuchado o leído alguna crítica adversa porque, en
nuestros tiempos, se siga manteniendo como reclamo turístico, la tradición
tenebrosa de la Moza de Ánimas. Mi opinión es que, si eso influye de forma
positiva para la economía del pueblo, pues mejor que mejor. Es seguro que
cuando se inició esa tradición allá en la lejana edad media, no pensaron en
fines lucrativos y, además, la realidad nos demuestra que otras tradiciones de
todo tipo, paganas o religiosas, siguen atrayendo al turismo en muchos lugares
de todo el mundo.